lunes, 31 de marzo de 2014

LECTURAS DE UNA MANIFESTACIÓN

Hombre, no es que los catorce mil afectados tuvieran obligación de asistir, ni que todos estuvieran siquiera informados de la convocatoria, pero la dimensión del problema exigía otra respuesta. Unas quinientas personas en el trayecto y más, muchas más, en ventanas y balcones, y hasta turistas que se acercaban para leer los rótulos escritos en inglés y alemán, fueron las que siguieron más activamente o más de cerca la convocatoria de una manifestación hecha por la Plataforma de afectados en reivindicación de una solución para los problemas del suministro que padecen hace ya muchos meses: o no hay agua o la que hay es de mala calidad, no potable, no apta para el consumo.
    Esa es una de las lecturas que cabe hacer de la convocatoria, la cual discurrió con absoluta y entera normalidad, con sensatez, sin actitudes violentas ni provocadoras, con pancartas, lemas y consignas absolutamente respetuosos, sin sesgos políticos. En eso pueden sentirse satisfechos los convocantes: querían que el mayor número de personas expresara públicamente su desacuerdo con la gestión de esta crisis del agua y su rechazo a la falta de resultados prácticos. Querían desahogar su repulsa porque ya está bien de tener que aguantar cómo se han ido pasando la pelota durante días ayuntamiento y concesionaria y tener que abonar un gasto extra en agua embotellada (siempre hay alguien que sale ganando en esta situaciones de angustia, dilación e impotencia) que no ha sido compensado. Algunos llevaron garrafas o envases vacíos o parcialmente llenos de agua turbia, casi chocolatada. Querían solidaridad, incluso de quienes aún no se han visto damnificados. Y siguen aguardando sensibilidad. Muchos días, demasiados, a la espera de una normalización en el suministro.
    Pero chocaron con la comodidad, la abulia, el desentendimiento y hasta la cobardía de quienes hicieron demostración de que estamos en un pueblo poco comprometido, al que ni siquiera moviliza un problema de esta naturaleza, la prestación de un servicio básico. Que ya es decir. Lo venimos diciendo de los portuenses: tanta indolencia, tanta pasividad, tanto pasotismo ante importantes causas. ¡Ay, portuenses! Lo que fuimos, lo que tuvimos, lo que hemos perdido. Y lo que duele verse apenas motivados por menesteres banales.
    Claro que no deben alegrarse y mucho menos, cantar victoria, aquellos que anhelaban el fracaso de la convocatoria. Que los había, seguro. Ni el gobierno local debe sacar pecho, un suponer, pensando en que, pese a la dimensión mediática cobrada por el asunto -algunos medios nacionales se hicieron eco- y pese a la proyección pública, lo ocurrido es una especie de aprobación a sus políticas, a sus medidas paliativas y a su modo de hacer las cosas. Recordemos que, en las vísperas, el mismo alcalde declaró que si él fuera vecino afectado, también se manifestaría. Ya puestos, esta afirmación entrañaría una cierta contradicción: si la hizo pensando en acreditar sensibilidad y sumarse a un posible éxito y prevenir, como para socializar las ganancias, ya ven que va descaminado.
    Y, en fin, otra lectura que puede hacerse es que la cobertura de la convocatoria por los medios de comunicación invita a perseverar en la búsqueda de soluciones. En alguna ocasión hemos definido su papel como catalizador de afanes populares. Y este es uno de ellos, por lo que hay que reconocer su papel y su atención en la diversidad de los tratamientos. Si vital es el agua, este es un problema vital. Para resolverlo, a la vista de la experiencia, su contribución es decisiva.

    Y la solución aún está pendiente.

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