viernes, 15 de agosto de 2014

EL CISMA ESTÁ SERVIDO

El cisma en Canarias está servido. Con el petróleo, que aún no ha brotado. Pero que la autorización para prospectar haya alcanzado caracteres en el Boletín Oficial del Estado significa que, salvo renuncias o decisiones inesperadas, los empecinamientos se consumarán con todas las consecuencias.
         El Gobierno de Canarias va a pedir la suspensión cautelar de los sondeos mediante la presentación de un recurso de alzada, con lo que se alarga el culebrón en los tribunales. Pero es normal que el ejecutivo, respetando el Estado de derecho, agote la vía judicial con tal de impedir una medida que estima lesiva para el modelo de desarrollo.
         En los tribunales se libra una batalla, de acuerdo. Pero en los otros escenarios la cosa está igual de cruda. El cisma está servido, como si hubiera tomado el testigo o el relevo del pleito interinsular. Canarios contra canarios: instituciones en contra, empresarios a favor, población dividida. ¿Quién terminará ganando?, gran pregunta. Un debate que se alarga, con pros y contras, con argumentos que se desgranan con desigual capacidad persuasiva.
         Y lo peor de las formas, derivadas de un capricho político (el de un ministro que se gana a pulso el vilipendio), es que va a desembocar en una desconocida ruptura de relaciones institucionales. No se sabe bien en qué consiste, cuáles son las consecuencias. Pero expresada, así de llana, por el presidente del Gobierno de Canarias, suena grave. Es un punto de partida para marcar distancias. Ya se verá el alcance. De momento, otro elemento del cisma.
         Una sensación de menosprecio flota en ese clima de tensión, de ruptura. Los antecedentes, la tirantez que se ha registrado en otras etapas, son leves si se comparan con cada paso que fragua el empeño  ministerial. Hasta las instituciones insulares se ven envueltas. Y por qué en Canarias sí y en Baleares no, cuando las circunstancias que concurren son tan similares, es la pregunta que todo el mundo se formula sin obtener una respuesta convincente. Y entonces, salta otra conclusión: menosprecio y agravio.
         Malo que la sociedad canaria, en pleno cisma, se sienta desconsiderada, de segunda clase, discriminada. Malo que un hipotético beneficio para la productividad económica termine cristalizando por la vía de la imposición. No parece que broten flores de la mar.

         Y queda una consulta pendiente. Acaso para verificar la prueba del cisma.

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