Memorias
realejeras (Excmo. Ayuntamiento de Los Realejos, con el
patrocinio de Nazram y Arbolcolor) es el título del libro que firman Esteban
Domínguez y José Peraza Hernández, que ya habían unido su vocación y su
entusiasmo por la comunicación y la escritura en entregas anteriores, en
artículos de prensa y algunos títulos bibliográficos.
Estas Memorias son,
eso, la suma de visiones y vivencias propias, investigaciones y testimonios de terceros,
de sucesos y costumbrismo de Los Realejos que los autores han llevado a cabo
con el claro propósito de enriquecer la historia del municipio. Es una suma que
podría tener, cierto, otro rigor sistémico desde el punto de vista de la
edición pero que permite a los lectores descubrir aspectos de la realidad
etnográfica, del ayer y hoy de Los Realejos. Por ello destaca el alcalde,
Manuel Domínguez González, en su introducción de la obra, que está escrita con
palabras sencillas y con el corazón.
Domínguez y Peraza recopilan datos, actas, fotografías y
documentos que devuelven al pueblo, según un dicen ellos mismos, para que haya
constancia de lo que fraguaron, conservaron y perdieron, como ocurrió con las
imágenes, retablos y cuadros de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción,
devastada por un incendio en 1978.
Todo eso es memoria, en este caso, fruto también de la
sensibilidad y del amor a un pueblo. Es como si el valor efímero de los hechos
subiera un escalón hacia un mejor y adecuado conocimiento mediante
publicaciones como la que nos ocupa. En los pueblos, la tradición oral ha sido
determinante para que no se perdieran costumbres y tradiciones pero, en la
sociedad de la información, ya no es suficiente. De ahí que la aparición de Memorias realejeras sea un motivo de congratulación que
celebra con alborozo Isidro Pérez Brito, redactor del prólogo, quien espera que
los lectores “…se deleiten con las más bellas señas de identidad de un pueblo
que se resiste, en pleno siglo XXI, a olvidar su esencia primigenia y su
evolución lógica”.
Tienen, desde luego, más de doscientas páginas para
descubrir personajes, familias, barrios, labores, fiestas, cruces, variedad
ornamental y patrimonio arquitectónico… Los autores se acercaron y no les
importó recurrir a las contribuciones de terceras personas para ir llenando los
espacios que aparecían vacíos en la intrahistoria realejera. Para que resultara
más amena y tuviera un tinte poético, la complementan con una selección de
poemas de distintos autores en el capítulo titulado “Los Realejos, en la voz de
sus poetas”.
Esteban Domínguez y José Peraza, en definitiva, con
voluntarismo constructivo, acentúan con estas Memorias, su identificación que el pueblo que les vio nacer y que
ya habían acreditado a lo largo de sus respectivas trayectorias.
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