Profesionales de la
cultura, del periodismo y de la comunicación incursionan en política. Bueno,
positivo, interesante… De su bagaje, de su experiencia se puede esperar una
aportación sustantiva y enriquecedora de una actividad que, por múltiples
razones, lleva mucho tiempo causando desafección -cuando no, repulsión- en
nuestro país. Si, además, sirve para combatir el abstencionismo y la
incredulidad, estupendo.
Hubo un tiempo que la democracia necesitaba ser apuntalada o
consolidada y algunos decidieron dar el salto para contribuir a esa noble
causa, sin que ello suene grandilocuente. Hoy, con sentido de perspectiva
histórica y prescindiendo de connotaciones subjetivas y otras valoraciones,
puede decirse que coadyuvaron al objetivo. Y hoy, cuando las circunstancias son
otras, más adversativas si se quiere, cuando se requiere sensatez, equilibrio,
ponderación, transparencia y funcionamiento pluralista con esquemas renovados,
resulta cuando menos esperanzador que personas que han observado desde fuera los
vaivenes de la política, con sus miserias y sus grandezas, hayan dado un paso
al otro lado, hacia donde se cuecen y se adoptan decisiones que afectan a la
sociedad, a una comunidad territorial o a un municipio.
En el fondo, estas personas son como cualesquiera otras, de
carne y hueso, con su corazoncito, con sus simpatías, con sus afinidades y con
sus ideologías. Puede que ya hayan alcanzado su techo profesional, que sean
jubilados o que les haya tocado engrosar las listas del desempleo. Pero no
quieren estar ociosas -lo cual es siempre saludable- y se sienten útiles, con
ganas de seguir en activo aún cuando sea en un terreno que en algún momento
pareciera hostil y hasta miraron con recelo. Desean ayudar a la colectividad en
la que se desenvuelven: tan solo por este hecho su decisión merece ser
respetada.
Que sepan, desde el primer momento, que van a ser criticadas,
que no faltarán voces reprobatorias de su decisión. Les reprocharán por ejemplo
que los partidos con los que van a concurrir les utilizarán como banderín de
enganche por su fama o por su popularidad labrada en el ejercicio de su
profesión. Y otros, más exigentes, cuestionarán su conocimiento de la gestión
administrativa o de la gobernanza o de los equilibrios presupuestarios, como si
todos los que acceden a la cosa pública ya fuesen aprendidos o como si no fuese
en la praxis cotidiana y en el intercambio de conocimientos y experiencias
donde curtirse en esas y otras materias. Por supuesto, después de una etapa de
parabienes, llegarán los tiempos han de las exigencias y las críticas. Pero así
como han acreditado respeto y tolerancia, esas espaldas -esperemos- aguantarán
dicterios y frecuentes desmesuras. Elogios, los justos. O los mínimos.
Tendrán que asimilar, desde luego, pero llegan con su
ilusión, con sus pertrechos vitalistas y profesionales. Les espera el
territorio donde no debería valer todo. Que aporten, pues, el equilibrio y la
mesura de los que hicieron gala durante tanto tiempo para transformarlo. Dicen
-después de la aritmética electoral, ya veremos- que se abre una nueva era para
ese territorio. Ojalá estas personas aporten lo que puede esperarse para evitar
ciertas repeticiones y ciertos vicios.
Así, el actor Juanjo Puicorbé irá con Esquerra (ERC) y la
escritora Ángeles Casco se alineará con Podemos en Asturias. Un paisano,
Fernando G. Delgado, novelista, poeta y periodista, será candidato a las Cortes
Valencianas con los socialistas de aquella Comunidad. Y en las islas, van
saltando nombres: José Manuel Pitti, al Parlamento de Canarias, con Coalición
Canaria (CC); Pedro Rodríguez, el tres de la candidatura socialista al
Ayuntamiento del Puerto de la Cruz; Gerásimo Rivero, en la de CC en Candelaria…
No descartemos alguno más, que aún hay tiempo.
Suerte y aciertos para todos.
1 comentario:
Ya me queda menos para la asesoría gubernamental.
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