La actuación de un
humorista en la pasada gala de elección de la reina de las Fiestas de Julio
desató alguna polémica en las redes sociales. No gustaron, según puede leerse,
algunas afirmaciones pseudochistosas vinculadas a un importante complejo
turístico de la ciudad. Fueron interpretadas como excesivamente gravosas para
su renombre y para la proyección que presta a la ciudad.
Respetemos la creatividad artística -que es discutible, claro
está- y también las reacciones críticas. Ha ocurrido otras veces, en otros
foros –principalmente, televisivos- y sobre temas, digamos más gruesos o de
mayor enjundia. En esta ocasión, por la cercanía, por el significado o el
simbolismo, la crítica subió de tono, incluso con una derivación política,
puede que algo exigente –pedir responsabilidades políticas a quien contrató al
humorista- pero eso es materia opinable. Uno hablaría de pecados de
principiante y de bisoñez: otros los han cometido de mayor gravedad y no ha
pasado nada.
En fin, lo que importa son las repercusiones. Y en ese
sentido, los titulares de las concejalías deben estar sensibilizados y tener
conciencia de que cualquier actividad pública genera consecuencias en la imagen
turística de la ciudad. Por lo tanto, ni pueden obrar superficialmente y con
descuidos, no pueden ir por libre. Hay que estudiar previamente, asegurarse de
que las actuaciones que se conciertan ofrecen unos mínimos de calidad,
contratar con cierta seguridad. Después, igual resultan un fracaso o,
simplemente, no gustan; pero ya es otro cantar. Cuestión de gustos, por
resumir.
Experiencias así demuestran que hay que andar finos porque
los fallos pueden tener una dimensión difícilmente reparable, máxime si tocan
alguna fibra sensible que, salvo excepciones, es aceptada comúnmente, hasta
como timbre de orgullo de un conjunto patrimonial urbano-turístico. A estas
alturas, con evidentes dificultades para mejorar la oferta y mantener los
rasgos de un destino diferenciado, hay que cuidar hasta los mínimos detalles
para que la situación no se agrave y se degrade aún más.
El reflejo inmediato en redes sociales de impactos negativos
obliga a ello.
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