Pues resulta que no, que hemos manejado fuentes equivocadas,
que hemos dado por buenas fechas tan importantes como las relativas a la
fundación de la ciudad y no es así. No es 1650 el año de partida en tanto que
1603 y 1604, manejados por José de Viera y Clavijo, se corresponden, en todo
caso, con un primer desarrollo urbano de un sector concreto del municipio; la
supuesta carta fundacional es el contenido parcial de una Real Cédula más bien
contraria a los intereses de los portuenses; Juan Francisco de Franchi Alfaro,
es un orotavense vinculado al Cabildo claramente enemigo de la autonomía de
aquéllos, para lo que intrigó hasta el límite; y el rey Felipe IV, quien rubricó
la Real Cédula, prácticamente plagió la llave
de la isla con que definió la importancia
del enclave marítimo que se independizaba de La Orotava.
Esta
apresurada síntesis de hitos extraída de la investigación de Manuel Rodríguez
Mesa, plasmada en el volumen titulado Puerto
de la Cruz Precisiones sobre sus orígenes y evolución, produce un vuelco a
la historia del municipio. La obra, presentada días pasados en el Instituto de
Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), es la primera y sustanciosa aportación
de la Fundación ‘Telesforo Bravo Juan Coello’, encaminada a interesantes
empresas en el ámbito científico y cultural. “Un trabajo de investigación de
treinta años y una aportación decisiva a la historia de la localidad”, dijo Jaime
Coello en su introducción, tras destacar la iniciativa de coedición con el
propio Instituto.
Rodríguez
Mesa, en efecto, viene a saldar con este nuevo libro una deuda contraída con el
propio Telesforo Bravo y Leopoldo de la Rosa Olivera. Con ellos había
compartido la necesidad de profundizar en el conocimiento y divulgación de lo
acontecido en la localidad norteña con anterioridad a 1604, entre otras razones
“para dejar bien sentado que su fundación debía retrotraerse a fecha muy
anterior”. Si se nos permite, en realidad era una deuda con el municipio mismo.
Para ello, el autor hurgó hasta los
tuétanos de los archivos insulares e interinsulares y así descartar leyendas e
hipótesis. “El espíritu de Telesforo está latiendo en esta sala”, dijo
Rodríguez Mesa quien, tras recordar los antecedentes del trabajo urdidos y
conocidos allí mismo, habló de un “anhelado servicio final a la historia de la
isla y del Puerto de la Cruz”. El libro, esclarecedor, revelador, viene a
despejar una cierta imagen inexacta y engañosa acerca de los orígenes. A partir
de ahora, los estudiosos tienen una consulta obligada y una fuente de primer
relieve para contrastar el proceso de formación de este municipio muy bien
documentada, por cierto. La concusión a la que se llega es que el origen del
Puerto trasciende las fechas manejadas “por beneméritos escritores del pasado y
consolidadas como fiables por la posteridad”. El autor ha querido destacar los
afanes populares y el tesón de quienes, desde el anonimato, invirtieron con
denuedo sus esfuerzos. Como lo señaló Salvador Allende, antes de morir: “La
historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Un vuelco a
la historia. Podrá parecer exagerado pero eso es lo que significa esta
aportación bibliográfica para ser tenida en cuenta desde todos los ángulos,
sobre todo el institucional, obligado a revisar algunos esquemas sobre los que
se ha venido trabajando. El Puerto se remonta más allá de donde creíamos y eso
tiene un valor muy apreciable.
2 comentarios:
Magnífico y documentado relato. Gracias, Salvador.
Interesante cuestión. La Historia, una ciencia en movimiento
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