miércoles, 7 de septiembre de 2016

LINDEZAS VERBALES

Algo lejanos son los tiempos en que Alfonso Guerra lanzó, desde la tribuna de oradores de las Cortes, aquella expresión dirigida al presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, que tanto escandalizó a los políticos, medios y columnistas de la época, en plena Transición política.

“Tahúr del Missisipi”, dijo Guerra. Y el verbo se hizo carne de titulares periodísticos. La diatriba ha sobrevivido en la nube de los debates y de las legislaturas que se han sucedido. Mientras unos aplaudían y reconocían el arrojo verbal del portavoz socialista, otros (no pocos) consideraron que se había pasado y casi convierten al presidente Suárez en un mártir.

Desde entonces, el debate político se ha agriado notablemente. Aquella definición de Alfonso Guerra, aparte de original y ocurrente, hasta parece graciosa si se la compara con las lindezas que hemos tenido que escuchar y leer. No se libran los tiempos presentes pues el uso de insultos y denuestos por parte de cargos públicos, portavoces y representantes de organizaciones políticas no solo ha degenerado sino que ha terminado contagiándose en el universo mediático donde habitan algunos especímenes que han hecho del insulto, de la descalificación, de la insidia, de la ofensa y del infundio una manifestación absolutamente normal en el marco de la más vergonzante impunidad. Para colmo, se adornan con el término ‘político’ o la locución ‘políticamente hablando’ que viene a ser como una suerte de legitimación para decir lo que les viene en gana, que todo vale y no pasa nada (Ciertamente, son multitud las personas que no se explican cómo es posible largar tantos improperios y tantas expresiones injuriosas sin que ocurra nada; al contrario, el efecto es el de envalentonar aún más a quien profiere, dan igual el respeto y la credibilidad, lo menos que les preocupa).

El caso es que esa dialéctica política -por denominarla de alguna manera- ha trascendido las fronteras. Las últimas “aportaciones” sí que escandalizan (bueno, con todo el relativismo que quieran) y desbordan, si quedaba alguna reserva, la capacidad de asombro. Reflejan, por lo demás, el nivel cultural y político de quienes protagonizan lindezas verbales de tanta “enjundia”.

Una de ellas, a cargo de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. Al término de una manifestación de partidarios de la revolución, ante miles de personas, alude al presidente de la Asamblea Legislativa nacional, Henry Ramos Allup. Le llama “viejito coño e’madre, viejito malvado”. Se queda tan ancho y le aplauden frenéticamente. ¿Se imaginan bien la escena? El presidente del Gobierno dirigiéndose en esos términos al presidente del Parlamento. ¿Hay quién dé más? Cuando eso sucede, es que ya, en el plano dialéctico, se batió el récord de desconsideración e irrespeto.

Por si no bastara, hay que irse hasta Laos, en el ámbito de la cumbre de de la Asociación de Naciones del Suedeste Asiático (ASEAN), donde el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, anuncia que va a maldecir a su homólogo de Estados Unidos, Barcak Obama, y le llama, con todas las letras “hijo de puta”. La diplomacia yanqui actuó con sentido común y reveló que no habría reunión bilateral con la presidencia filipina, metida en una cruzada antidroga que ya contabiliza unos dos mil quinientos muertos. Si te coge… Después vinieron las disculpas y las justificaciones pero lo dicho, o lo insultado, ahí quedó.

De modo que si al máximo nivel político, en la esfera internacional, hay que consignar estas lindezas verbales, ya dirán cuáles son las esperanzas cuando haya alguna cumbre para tratar de paz, diálogo, amistad, entendimiento y esas cosas.
¿Qué dirán los historiadores de este período del siglo XXI? Es probable que haya muchos incrédulos ante los relatos.


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