Valorar
el momento, la oportunidad, el instante… En todos los órdenes,
pero en la política, mucho más; tal como se han puesto las cosas,
tal es el vértigo informativo. Y cuesta acertar, porque en muchos
casos, por no decir la mayoría, depende de terceros. Se puede
estimar, calcular y ejecutar con la máxima precisión pero hay
factores ajenos que se escapan del control propio y por ahí empieza
a quebrar el alcance del objetivo. Hacer coincidir con un
aniversario (conmemorar), programar convenientemente hasta la
víspera, rescatar de la memoria… todo ello tiene su importancia en
cualquier elemental estrategia pero no siempre hay fortuna y tino.
El
caso de la propuesta del ex ministro de Industria, Energía y
Turismo, José Manuel Soria, es significativo en ese sentido. Nos
ocupa ese aspecto del manejo gubernamental de la información.
El
ejecutivo -o parte de él, por lo que se va sabiendo, pues algunos
miembros confesaron su desconocimiento o echaron el balón fuera, “al
no ser asunto de mi departamento”- facilita a los medios la noticia
de la propuesta para ocupar un puesto en el Banco Mundial
coincidiendo con la votación de la segunda investidura del
candidato Rajoy. Ni el Telediario 2 de la televisión pública,
emitiéndose en directo desde el exterior de las Cortes, llegó a
tiempo. O no se enteró. En otras cadenas, hubo reacciones. Y en las
redes se encendió la mecha sin contención.
Quede
para quien la interpretación que se quiera de la administración de
esa información. ¿De qué se trataba? ¿De eclipsar el resultado de
la investidura fallida? ¿De desviar la atención hacia otra decisión
del Gobierno cuyas consecuencias se consignarían en el debe porque
qué es una raya más para un tigre? ¿Cuestión de resistir el
penúltimo embate? Si había que cumplir algún plazo, ¿por qué
aguardar hasta ese momento, hasta el preciso instante de la votación
del segundo debate?
Y
entonces, es cuando surge la gran pregunta: ¿por qué el Gobierno no
dio a conocer antes su propuesta de Soria? Algunos lectores, puede
que extrañados con la interrogante, estarán razonando: por razones
obvias. Claro: ¿cómo habría discurrido el debate, tanto en la
primera como en la segunda sesión, de haber trascendido? ¿Se
imaginan ustedes la deriva? La respuesta está en la cantidad de
afirmaciones y opiniones amontonadas a lo largo del fin de semana,
algunas de ellas, por cercanía partidista y mediática al Gobierno,
muy significativas para interpretar el descontento muy generalizado.
A la pobre María Dolores de Cospedal le tocó otro marrón
“diferido”, ustedes ya entienden.
En
todo caso, un gran mérito del ejecutivo en funciones: quienes lo
sabían, guardaron celosamente el secreto, como si de una ‘omertá’
se tratase. Impenetrables, no se filtró nada. Ni una rendija.
Cumplieron al pie de la letra las indicaciones: nada se diga hasta el
momento decidido. Más que el valor del instante, lo que importaba
era lo otro: el silencio. Ya estallará.
Y
estalló.
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