viernes, 6 de enero de 2017

SIN ESPACIO PARA LIBROS

Presentaban Margarita Rodríguez Espinosa y Sarai Martín Cruz los resultados de su trabajo sobre la biblioteca del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), plasmados en una interesantísima publicación que incluye el apartado dedicado al fondo que lleva el nombre del presbítero portuense Sebastián Padrón Acosta, cuando, en medio de sus explicaciones, saltó de nuevo la reivindicación de un espacio para la ampliación de esa biblioteca. Dicha con mesura, con suma elegancia, como si la modulación contribuyera a la incierta consecución, las voces de Margarita, catedrática de Lengua y Literatura de Enseñanza Secundaria; y de Sarai, graduada en Español, Lengua y Literatura, emitían con no menor rotundidad: no cabe un libro más, hay donaciones pendientes de hacerse efectivas porque no tienen sitio, falta espacio para albergar fondos.

Esa es la preocupación. La entidad ha hecho importantes esfuerzos para generar la actividad que es una referencia cultural y artística de primer orden pero los límites físicos son ya notables. Si las penurias económicas han sido determinantes, las carencias de espacio empiezan a ser asfixiantes. Y no es exageración. Una auténtica lástima porque las prestaciones del IEHC, especialmente las de tipo interior, como consultas, investigaciones y procesos de rescate y digitalización, podrían mejorar sensiblemente si dispusiera de dependencias adecuadas que revalorizan su propio emplazamiento, tan céntrico, enclavado en vías peatonales, tan al alcance de todos los públicos.

Dos alternativas parecen frustradas: primero se habló, cuando la restauración del inmueble estaba a punto de concluir, de algunas salas de la actual Casa de la Juventud que acogerían una biblioteca americanista. Y luego, al materializarse el traslado de la biblioteca municipal 'Tomás de Iriarte' a su flamante inmueble de la calle Puerto Viejo, se pensó que aquel emplazamiento contiguo al Instituto fuera el recinto natural de ampliación. Pero cuando se creía factible esta solución, el gobierno local optó por habilitar -no se sabe muy bien si provisionalmente, aunque en el Puerto ya se sabe lo largas que son las interinidades- una sala de estudios para facilitar la dedicación de los implicados. Aquí hay algo de contradicción pues, en principio, se creía que tal finalidad iba a quedar cubierta con el dotacional de Puerto Viejo, pero la decisión municipal de mantener aquel uso, ha frenado las ansias legítimas de los dirigentes del IEHC que, ya casi a la desesperada, lanzan ahora ese mensaje de necesidad espacial que ojalá encuentre receptividad.

El problema es latente y la labor bibliotecaria presente y futura puede verse muy condicionada. Las tareas de tejuelado, registro y sellado, así como la clasificación y catalogación de monografías en la red, reaizadas -tal como se señala en la publicación aludida- por Sarai Cruz Martín, con la colaboración de Iris Barbuzano y Margarita Rodríguez y el asesoramiento de Iballa González Martín, más la aportación de Fernando Viale y Matilde Perera que prestan sus servicios en la actual biblioteca municipal, habrá que prolongarlas con los fondos existentes y los que están por llegar. El Instituto ya hizo una ingente labor con la recuperación y catalogación de su pinacoteca. Ahora, si encuentra sitio, habrá de hacer lo mismo con su valiosa biblioteca.


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