Presentaban
Margarita Rodríguez Espinosa y Sarai Martín Cruz los resultados de
su trabajo sobre la biblioteca del Instituto de Estudios Hispánicos
de Canarias (IEHC), plasmados en una interesantísima publicación
que incluye el apartado dedicado al fondo que lleva el nombre del
presbítero portuense Sebastián Padrón Acosta, cuando, en medio de
sus explicaciones, saltó de nuevo la reivindicación de un espacio
para la ampliación de esa biblioteca. Dicha con mesura, con suma
elegancia, como si la modulación contribuyera a la incierta
consecución, las voces de Margarita, catedrática de Lengua y
Literatura de Enseñanza Secundaria; y de Sarai, graduada en Español,
Lengua y Literatura, emitían con no menor rotundidad: no cabe un
libro más, hay donaciones pendientes de hacerse efectivas porque no
tienen sitio, falta espacio para albergar fondos.
Esa
es la preocupación. La entidad ha hecho importantes esfuerzos para
generar la actividad que es una referencia cultural y artística de
primer orden pero los límites físicos son ya notables. Si las
penurias económicas han sido determinantes, las carencias de espacio
empiezan a ser asfixiantes. Y no es exageración. Una auténtica
lástima porque las prestaciones del IEHC, especialmente las de tipo
interior, como consultas, investigaciones y procesos de rescate y
digitalización, podrían mejorar sensiblemente si dispusiera de
dependencias adecuadas que revalorizan su propio emplazamiento, tan
céntrico, enclavado en vías peatonales, tan al alcance de todos los
públicos.
Dos
alternativas parecen frustradas: primero se habló, cuando la
restauración del inmueble estaba a punto de concluir, de algunas
salas de la actual Casa de la Juventud que acogerían una biblioteca
americanista. Y luego, al materializarse el traslado de la biblioteca
municipal 'Tomás de Iriarte' a su flamante inmueble de la calle
Puerto Viejo, se pensó que aquel emplazamiento contiguo al Instituto
fuera el recinto natural de ampliación. Pero cuando se creía
factible esta solución, el gobierno local optó por habilitar -no se
sabe muy bien si provisionalmente, aunque en el Puerto ya se sabe lo
largas que son las interinidades- una sala de estudios para facilitar
la dedicación de los implicados. Aquí hay algo de contradicción
pues, en principio, se creía que tal finalidad iba a quedar cubierta
con el dotacional de Puerto Viejo, pero la decisión municipal de
mantener aquel uso, ha frenado las ansias legítimas de los
dirigentes del IEHC que, ya casi a la desesperada, lanzan ahora ese
mensaje de necesidad espacial que ojalá encuentre receptividad.
El
problema es latente y la labor bibliotecaria presente y futura puede
verse muy condicionada. Las tareas de tejuelado, registro y sellado,
así como la clasificación y catalogación de monografías en la
red, reaizadas -tal como se señala en la publicación aludida- por
Sarai Cruz Martín, con la colaboración de Iris Barbuzano y
Margarita Rodríguez y el asesoramiento de Iballa González Martín,
más la aportación de Fernando Viale y Matilde Perera que prestan
sus servicios en la actual biblioteca municipal, habrá que
prolongarlas con los fondos existentes y los que están por llegar.
El Instituto ya hizo una ingente labor con la recuperación y
catalogación de su pinacoteca. Ahora, si encuentra sitio, habrá de
hacer lo mismo con su valiosa biblioteca.
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