A
vueltas con la modernización de las infraestructuras turísticas.
Llevamos años con el asunto, con un montón de planes, casi siempre
concertados entre administraciones, con un volumen de inversiones
considerable que luego no se traducen en actuaciones plenamente
satisfactorias pues requieren de suplementos o la falta de
seguimiento termina haciéndolas obsoletas más pronto de lo que se
esperaba. Cierto que las instalaciones están para eso, para ser
utilizadas, y que en algunos núcleos, por diversos factores, sufren
un desgaste considerable; pero lo cierto es que muchos proyectos,
concebidos para su materialización a medio o largo plazo y para
mejorar la oferta de un destino, tardan casi hasta su desfase, de
modo que las intenciones de integrarlas -incluso para configurar un
modelo- acaban condicionadas.
El
asunto ha llegado de nuevo a las Cortes, donde el Grupo Parlamentario
Socialista propone un incremento de los fondos financieros del Estado
consignados para la modernización de las infraestructuras
turísticas maduras (FOMIT) y la rehabilitación de los espacios
públicos obsoletos. Se quiere así cualificar y garantizar la
sostenibilidad de dichas infraestructuras.
Sobre
el papel, impecable. Y seguro que hay que actuar. Otra cosa es
acertar -la diagnosis de las corporaciones, en ese sentido, es
primordial- y tener visión de futuro. En algunos sitios, desde
luego, demuestran no tenerla, acaso porque falta eso, una mínima
formulación de un modelo que sirva para renovar atractivos o
encantos y captar mercados. En ese aspecto, o nos tomamos muy en
serio un mayor valor añadido y un aumento de los ingresos, “no
porque vengan más turistas” dice la iniciativa socialista, o el
estancamiento será palpable. De hecho, el gasto medio por turista,
según algunas estadísticas, ha disminuido. Como se han reducido
algunos apartados presupuestarios en el ámbito turístico estatal:
en 2016, concretamente, significaron 294 millones de euros menos, más
de un 47% en relación con las cuentas de 2011. Al no haber incluido
medidas de protección o regeneración medioambiental o las que
debían haberse previsto para frenar el desbordamiento de la
capacidad de carga del litoral, la situación se complica.
El
sector, pues, requiere de planes e inversiones que impulsen aspectos
esenciales en el turismo de nuestros días: a los citados, añadamos
la innovación tecnológica y el aprovechamiento energético. Solo
así será posible elevar el nivel competitivo y manejar con audacia
y efectividad los recursos de mercadotecnia que caractericen
obligadas campañas y promociones, especialmente, en nuevos mercados.
"No
se puede esperar más porque el sector turístico está asistiendo a
una serie de transformaciones que, unidas al continuo desarrollo de
las nuevas tecnologías, están afectando a la cadena de valor, a los
procesos de comercialización y venta, y al propio comportamiento de
los consumidores en un mercado cada vez más competitivo",
señala la iniciativa socialista.
Entonces,
si estamos de acuerdo, cabe presumir que los recursos serán más
potentes y que, si llegan las vacas flacas, lanzarse a la captación
de mercados andaremos mejor pertrechados.
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