lunes, 23 de abril de 2018

DESCONEXIÓN DIGITAL

Se está reformando en el Congreso la Ley Orgánica de Protección de Datos. Es un asunto bastante serio, en plena era digital, cuando están abiertas las opciones de incorporar derechos y libertades y cuando se van sucediendo algunas noticias inquietantes sobre espionaje, fugas o manipulación de datos. Y como la brecha digital no termina de cerrarse, habrá que poner la debida atención. Estamos, sencillamente, ante un hecho tan relevante como la protección de la privacidad, en nivel similar al que mereció la de los consumidores el siglo pasado. Esta protección, a raíz de tales sucesos, se ha convertido aún más exigente en el caso de los datos personales en redes sociales que, por ejemplo, han aportado los menores de edad o han podido compartir durante esta minoría.
Se habla, por ejemplo, de desconexión digital que tiene mucho que ver con el orden laboral. ¿En qué consiste? Para decirlo con lenguaje cercano, sería algo así como como poder desvincularse de las responsabilidades hasta el día siguiente una vez acabada la jornada laboral. Los socialistas, que tomaron la iniciativa para enmendar el texto legal, pretenden que el derecho a desconectar y no contestar comunicaciones del trabajo fuera del horario laboral. se consolide como un derecho de los empleados. Quieren, en definitiva, que la garantía de los derechos digitales quede fijada en el articulado de la citada Ley para ampliar a la red la exigencia de derechos y libertades que se consignan en la Constitución y los tratados internacionales.
Claro que el asunto nos lleva al planteamiento del derecho de acceso universal a Internet, inexistente o limitado en algunos países por razones ideológicas o políticas. Hay que vincularlo a la brecha digital que no es fácil se reducir y sellar. En nuestro país se viene dando no solo de forma intergeneracional sino también entre hombres y mujeres y entre usuarios de ámbitos rurales. En ese sentido, sería muy deseable que la reforma abogara por una red neutra, que garantice la seguridad de las comunicaciones y no discrimine.
Esto último se nos antoja fundamental para garantizar la libertad de expresión, la veracidad informativa y el derecho al honor y a la propia imagen. Hay territorios en los que resulta fácil colisionar. Y donde se confunden los conceptos. Las redes son un espacio de libertad, de acuerdo; pero no todo vale o no debe valer. Personalidades de la cultura y de la comunicacón vienen alertando de los peligros que suponen, con finalidades perversas, tanto la proliferación de falacias como de insultos en medio de un extendido clima de impunidad. Insulta, que no pasa nada. O todo lo más, que te bloqueen.
Una última referencia: el derecho al olvido. Se acepta que, en la era digital, es una de las garantías que debe estar cubierta. Consistiría en ejercer la opción de poder borrar los datos personales y toda huella digital que pueda ser perjudicial para un usuario en su ámbito personal o profesional.
En fin, que la reforma de la Ley Orgánica de Protección de Datos llega en unos momentos de notable controversia y de incesante desarrollo tecnológico. La garantía de los derechos digitales es la gran aspiración. Indispensable tener visión de futuro y verdadera vocación ética para favorecer la convivencia. Veamos en qué queda.

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