Hay que impulsar la recuperación del turismo, que no se hace a un clic, desde luego. Han hablado los empresarios, desde las cúpulas de las todopoderosas Organización Mundial del Turismo (OMT) y Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), que creen en un sector más inclusivo, sostenible y resiliente. Los secretarios generales de ambas estructuras, Zurab Pololikashvili y José Angel Gurría, respectivamente, han coincidido en señalar la importancia macroeconómica del turismo en la mayor parte de las economías de los países y advierten que la reactivación de los viajes depende de una cooperación multilateral reforzada, con una regulación coherente a escala bilateral, regional e internacional.
El enfoque empresarial para acelerar la recuperación pasa por la adopción de medidas políticas nacionales e internacionales, entre las que se debe consignar un incremento de la coordinación en todos los sectores. Objetivo primordial: restablecer la confianza de los viajeros y del entorno empresarial. Para ello, es evidente que resulta necesario estimular la demanda.
La pandemia sigue causando estragos en el turismo. Entidades, agentes y operadores del sector sufren una crisis desconocida, especialmente en las economías en vías de desarrollo o de rentas bajas. Y, naturalmente, también en aquellas que dependen exclusivamente o en gran medida del turismo. Las estadísticas de los primeros ocho meses del año asustan y anticipan un cierre de ejercicio muy a la baja y un porvenir plagado de incertidumbres. No será fácil esa recuperación, no. Sobre todo, cuando la crisis ha dejado en evidencia las debilidades y las flaquezas, entre las que hay que consignar “las carencias en preparación y capacidad de respuestas de administraciones y empresas”, dicen los dirigentes empresariales.
Ello hace que se hable, cada vez con más intensidad, de otra fuente de productividad alternativa a la turística y de otro modelo turístico más lento, esto es, con la reinvención de destinos y negocios, la reconstrucción del ecosistema específicamente turístico y el impulso a la inversión e innovación en un marco sostenible.
Expertos, investigadores, gabinetes técnicos de estudio y foros de diversa naturaleza deben ponerse manos a la obra sin demora. La crisis va para largo, algunos ya se han cansado de perder dinero y los emprendedores querrán algunas garantías. Las sombras de una recesión mundial están cada vez más extendidas pues los gobiernos siguen adoptando medidas muy restrictivas, entre ellas los límites a la movilidad o los viajes. La previsible caída del turismo internacional el presente año, entre un sesenta y ochenta por ciento, la reducción de las exportaciones y los riesgos que corren más de cien millones de empleos que dependen directamente del turismo, revelan un panorama muy inquietante.
Según los secretarios generales de la OMT y de la OCDE, la respuesta colectiva ha de ser contundente, por lo que la implicación de la ciudadanía ha de ser un hecho a fomentar. Si se quiere que en esa respuesta se anteponga a las personas, hay que abogar por una distribución más justa de los beneficios del turismo, “avanzando hacia una economía turística neutra en carbono y más resiliente”.
Se trata, en fin, de que los poderes públicos afronten los procesos de recuperación de una forma más integrada, o sea, con participación de las instituciones públicas, de la iniciativa privada y de la sociedad. Los retos son complejos pero no hay otra opción que afrontarlos. Es la hora del cambio de chip en el ámbito turístico.
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