La figura de Xabier
Azkargorta Uriarte, quien fuera entrenador de la Gimnástica de Tarragona,
Espanyol, Valladolid y Sevilla, además del Tenerife en las temporadas 1989-90 y
1990-91, la asociamos a aquella memorable promoción a primera división que el
el club tinerfeño disputó con el Deportivo de La Coruña (0-0 en la ida y 0-1 en
Riazor, gol de Eduardo Ramos).
Televisión Española
en Canarias (TVEC) transmitió el encuentro. Y hasta la capital gallega nos
fuimos para ejercer de comentarista, junto a José Manuel Pitti que tuvo a su
cargo la narración. En la víspera, acompañado de Pepe Segura, el único político
en activo que se desplazó para estar junto a los albiazules, nos alojamos en el
mismo hotel. Allí conocimos a Azkargorta quien, terminada la cena, nos ofreció,
sobre la marcha, una de esas charlas que los teóricos y estudiosos del fútbol
improvisan e impactan por su densidad y empleo de muy diversos conceptos.
Segura, sorprendentemente en silencio, aprendió aquella noche bastante más que
la delantera barcelonista de su infancia memorizada, Basora-César-Kubala-Moreno
y Manchón. Desde los exteriores del hotel llegaban los cánticos, los claxons y
los ruidos con que los radicales del ‘Depor’ se empecinaban en amargar la noche
de los tinerfeños.
“Espero que
transmitáis buenas noticias a la parroquia”, dijo Azkargorta antes de
retirarse, sin que se inmutara aquel poblado y singular mostacho por el que se
le identificaba, ‘bigotón’. Al encuentro asistió Manuel Fraga Iribarne,
entonces presidente de la Xunta de Galicia. Tuvimos algunas dificultades en la
conexión en los primeros minutos. Entre Cristina Alcaine (en los estudios) y
Pitti, pudimos salir airosos. En Riazor no cabía un alma y el silencio fue
significativo cuando Eduardo Ramos anotó el gol que garantizaba la permanencia.
Fue un partido de
nervios y de tensión acumulada. Unos cuantos tinerfeños empezaron a festejar
cuando quedaban unos cinco minutos. Con el silbido final, alegría desbordada.
Fraga abandonó la tribuna cariacontecido. Eduardo Ramos recibió todos los
abrazos del mundo. Azkargorta se retiraba al vestuario por la línea de
banquillos y desde allí se dirigió a alguien entre la multitud con un gesto
eufórico. Luego, sorprendería con su temple en la comparecencia ante los
medios.
Y así ‘bigotón’
solventó aquella delicada papeleta de la defensa de la categoría. Coincidimos
un par de veces en la siguiente temporada, que no terminó tan bien, por cierto,
pues fue destituido cuando las sombras del descenso ya se cernían. Era un
hombre dialogante, sabía escuchar. Un teórico del fútbol que sabía lo que
hablaba. Se convirtió en trotamundos, entrenando en Bolivía -con la que disputó
el Mundial de Estados Unidos en 1994-, Chile, Japón y México. Falleció en el
país andino, donde era muy apreciado. Le recordaremos.
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