Siguen sin
solución los problemas de filtraciones en la biblioteca municipal del Puerto de
la Cruz, de los que ya nos hemos ocupado, los cuales representan un serio
quebranto para los usuarios y su regular funcionamiento. Ha tenido que ser
clausurada la biblioteca (desde el 25 de
agosto pasado) y eso, por donde quiera que se mire, es bastante grave.
Ni siquiera la exposición denuncia de la situación durante una de las
sesiones de la última edición del Festival Internacional de Literatura de
Viajes y Aventura, `Periplo’, ha servido de mucho. El educador, miembro del
club de lectura y usuario habitual de este recurso dotacional, Juan Pedro
Marrero, contaba en el periódico ‘El Día’ que un aljibe situado
en la planta superior del edificio se desbordó el fin de semana previo a la
fecha prevista para la apertura tras las vacaciones hecho que generó, según Marrero, "una lluvia constante dentro de la biblioteca.
Esto hizo que se estropearan alrededor de cuatrocientos libros". La
descripción que hace del interior de la edificación es para asustarse, sin
exagerar. Juan Pedro Marrero es de los pocos ciudadanos portuenses (por no
decir el único) que ha criticado públicamente estas penurias de la biblioteca
municipal, hecho en sí mismo preocupante que desvela la insensibilidad y el
desapego de una población que, en otras épocas, se caracterizó por lo contrario
con respecto a los asuntos locales.
Para el gobierno local, se trata de un problema heredado. Lo dicen
cuando ya ha cumplido más de un año desde que asumió. Creemos recordar que en
las declaraciones de intenciones y en los programas que (mal)sustanciaron la
tercera de las censuras en las corporaciones democráticas desde 1979 (todas
contra alcaldes socialistas) se hablaba de urgente reparación y arreglo de los
servicios públicos municipales. Esa justificación suena hueca y carente de
iniciativa o de capacidad de gestión. Fíjense cómo será la cosa que los
empleados no entregan libros nuevos pues no pueden subir a la segunda o tercera
planta. Y así, con las puertas cerradas en el inmueble de la calle Puerto
Viejo, desde agosto pasado. Va para otro récord de lo lento que avanzan las
soluciones en el Puerto de la Cruz.
Y no es el único caso, créanlo ustedes. En la sede de la asociación de
vecinos de Las Dehesas, el Casino para entendernos, sucede algo similar con el
sistema sanitario. Aunque ya está en vías de solución, hay riesgos de cierre si no operan medidas
correctoras sólidas, con lo que la vida sociocultural en ese sector, no nace falta decirlo, queda bastante
menguada.
Que se lo digan también a los habituales de otra asociación vecinal,
Unión San Felipe-El Tejar cuyos rotos y desperfectos, relatan algunos
dirigentes y usuarios, empiezan a preocupar y a configurarse en el abandono.
Como de facto sucede con la sala de estudios que lleva el nombre de Isabel
Acosta, junto a la antigua e inútil sede de correos y telégrafos, una opción
céntrica para la lectura y el estudio, con una esmerada selección
bibliográfica. También parece poco atendida.
Todo, a medida que pasa el tiempo, una pena.
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