sábado, 21 de diciembre de 2013

ESTRUENDO PORTUENSE

Bueno, pues todo da a entender que se acabó lo que se daba. El gobierno local del Puerto de la Cruz (CC+PP) materializará en el próximo pleno los acuerdos para proceder a la supresión de la Universidad Popular Municipal ‘Francisco Afonso’ y la Escuela Municipal de Música. El Museo Arqueológico Municipal lleva también camino de desaparecer aun cuando habrá que aguardar a ciertos matices. La lista de pérdidas sigue engrosándose.
    El proceso ha discurrido con mucha pena y sin ninguna gloria. La pena de comprobar cómo ni siquiera los empleados que ven peligrar sus puestos de trabajo han expresado su rechazo. Salvo puntuales manifestaciones de los grupos municipales de oposición, aquí nadie ha dicho nada, por lo que difícilmente podía esperarse una reacción popular de protesta o similar. Duelen poco estas cosas, que son propias y que tanto esfuerzo costaron: si una sociedad no es capaz de defender los valores que fabricó, poco puede esperarse de ella. Podría insistirse en lo de pueblo anestesiado, alienado; pero a estas alturas de poco va a servir. Nunca para un alcalde democrático hubo un mandato tan convulso y tan agitado, con decisiones estructurales tan determinantemente negativas, traducidas en una gestión tan plácida y sin apenas contestación. Pero los trabajadores y los portuenses lo han querido así, en pleno naufragio del interés general y político, y así pierden opciones, prestaciones y valores. Ha sido la prueba del nueve, la consumación del desafecto difícilmente reversible.
    De modo que echándole la culpa a Madrid (curiosa manera de descargar responsabilidades, cuando en realidad es el pretexto ideal para contrastar la nula voluntad política de querer mantener unos servicios públicos que, vinculados a la formación, la participación y la cultura, exigirían otra actitud), se sustancia el adiós, la liquidación… Claro, cuando no se cree en los factores que, entre otros, alimentan la democracia y los avances sociales, no hay que extrañarse.
    Parece que en el gobierno local hay un denominador común: que estos servicios no son esenciales, según llegó a trascender días pasados en redes sociales. Pero desengañémonos: el debate no dio para mucho, como si estuviera cargada de razón la infortunada consideración del ejecutivo municipal.
    Pero no es así y hay que decirlo con la mayor claridad posible: en la denominada sociedad del conocimiento, en el marco de las exigencias sociales y de los avances sociales del siglo XXI, todo lo que sea restar oportunidades a la formación es un retroceso, un paso hacia la involución. Dirán que no quieren una ciudadanía dócil ni embrutecida ni reducida a la mínima expresión ni desmotivada (para que no dé la lata, políticamente hablando), pero con restricciones o cierres como los que nos ocupan, avanzan en esa dirección.
    Decir a estas alturas que la formación no es esencial chirría, resulta estruendoso. No luchar para defenderla revela escaso o nulo compromiso público. No ofrecer alternativas demuestra poca imaginación.

    Desde luego, podrán presumir, no mucho, de otras cosas. Pero a la historia pasarán como quienes no dieron una oportunidad a la formación, a la cultura y a la participación. 

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