Es lógica la duda entre el papa Francisco Bergoglio y el
presidente uruguayo José Múgica a la hora de escoger el personaje del año que
declina. El primero, como que revoluciona la Iglesia, en plan reformador a
fondo; y el político inspira tal grado de bondad en tanto sus formas de vida
llaman la atención en medio de la crisis que no termina de irse. Uno y otro
aparecerán, seguro, en todos los resúmenes o balances de 2013 que algunos
hacemos con ánimo memorístico.
Como también
estarán Edward Snowdem, el informático responsable de las filtraciones que
probaron la vigilancia que ejerce la inteligencia estadounidense hasta hacer
remover los cimientos, aunque todavía sin calibrar bien las consecuencias; y el
presidente iraní, Hassan Rohani, autor material de un tranquilizador e
histórico acuerdo sobre el programa nuclear de su país. Conclusión: nos siguen
espiando (nadie parece estar exento) y la amenaza se trocó en horizonte de paz
claro.
Fue 2013 un
año de sucesos terribles, como aquel colapso que sufrió una industria textil
cerca de Dacca (Bangladesh), que costó la vida de mil ciento veintisiete
empleados y puso al desnudo las terribles condiciones de trabajo de aquel país,
para vergüenza de gobernantes, marcas y empresarios.
En ese
capítulo, hay que consignar el que dicen que fue un tifón como nunca antes se
había conocido en la Tierra. Se llamó Haiyan. Y también Yolanda. Lo asoló todo,
o casi todo. Vientos superiores a trescientos kilómetros por hora. La fuerza
comparable de un tsunami. Nunca se sabrá el número de muertos.
Sí
contabilizaron los trescientos treinta y seis inmigrantes tras el naufragio
frente a la costa de la isla italiana, Lampedusa, la mayor tragedia en el
Mediterráneo en lo que va de siglo. Imponía la imagen del número de ataúdes,
continuación silenciosa de un drama sin fin: la inmigración, la huida del
infierno al precio de la vida misma.
En el
infierno, por cierto, debieron sentirse las víctimas y los rehenes del asalto
perpetrado por islamistas somalíes en un popular centro comercial de Nairobi,
la capital de Kenia. Sesenta y siete muertos, doscientos heridos y cuarenta
desaparecidos fue el triste balance de aquel insólito asalto concebido para
castigar al ejército keniata.
Ni el
deporte escapó al terrorismo: la pasada edición del célebre maratón de Boston
(USA) será recordada por la acción alocada de dos hermanos de origen checheno
que colocan dos bombas que estallan en medio del desconcierto y el pánico: tres
muertos, doscientos sesenta y cuatro heridos graves, algunos de los cuales
sufren amputaciones.
Otra
catástrofe: la del tren de alta velocidad que circulaba entre Madrid y Santiago
de Compostela y que descarriló como era difícil presumir que ocurriría. Las
imágenes, repetidas hasta la saciedad, terminaron siendo determinantes para
contrastar las deficiencias en los sistemas de seguridad de este modo de
transporte. Ochenta muertos, más de ciento cincuenta heridos. El caso aún no se
ha cerrado.
2013 fue el
año en que dijimos adiós a celebridades y personajes públicos de relieve:
Mandela, en el ámbito social y político, donde también habría que situar a Hugo
Chávez, a Jorge Rafael Videla y a Magaret Thatcher. Gente del mundo artístico:
James Gandolfini, Lou Reed, Peter O’Toole, Georges Moustaki, Esther Williams, Sara
Montiel, Bebo Valdés, Fernando Guillén, Pepe Sancho, Manolo Escobar, Amparo
Rivelles, Elvira Quintillá, Bigas Luna… Nos queda, en todos los casos, una obra
llena de matices, de aportaciones y de interpretaciones o direcciones memorables.
Más nombres,
de la literatura, de la creación, de la comunicación: Alvaro Mutis, Tom Clancy,
Helen Thomas, Doris Leasing, Stéphan Hessell, José Luis Sampedro, Alfredo
Landa, Joan Fontaine, Constantino Romero, Concha García Campoy, María de
Villota… Destacadas y brillantes carreras para el recuerdo eterno.
El recuerdo
que también quedará de aquella “relaxing cup of café con leche” que alumbró la
eliminación olímpica de Madrid 2020 y que la revista Time ha registrado como una de las meteduras de pata más sonadas
del año que termina. Que el próximo esté pletórico de salud, suerte y bienestar.
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