Menos derechos, menos libertades,
más paro, más impuestos, más pobreza, más deuda pública… Dos años de gobierno
del Partido Popular (PP) dan para eso, que cabe en cualquier balance mientras
las “circunstancias atípicas” de las tarifas eléctricas, aún pendientes de
explicación por si alguien es responsable, apagaron la luz del túnel con la que
empezaron a alumbrar y hacer creer que los brotes verdes no pasaron de ser otra
majadería más de la célebre herencia. Lo siguen diciendo acaso los únicos
contentos, los banqueros y los empresarios que siguen ingresando mientras
mandan los suyos, que para eso les pusieron ahí, para que “se jodan” los de
siempre, como alguien desde su escaño se encargó de amplificar sin miramientos
y sin que alguien le llamara la atención públicamente. Les da igual la sucesión
de escándalos: siempre hay un ERE andaluz a mano.
Menos
derechos, menos libertades, más paro, más impuestos, más pobreza, más deuda
pública… Aquel Gobierno serio que predicaban algunos abrazados a la causa y que
haría olvidar pronto la pesadilla socialista resultó ser el ejecutivo de un
engaño masivo. Tremenda decepción la del PP, la de su presidente en plasma o
huyendo del periodismo o diciendo desde el extranjero “a ver cómo arreglamos”
lo del incremento del recibo de la luz. Creían que era cuestión de hacer
olvidar al socialismo con tres o cuatro medidas reformistas, no importaba algún
incumplimiento electoral. Pero las mentiras y los fraudes se han ido
concatenando, la eficiencia sigue muy empequeñecida y el abuso del rulo
parlamentario hace todo lo demás. ¿Hay alguna materia que, gubernamentalmente
procesada, tenga contento al personal? Para colmo, la corrupción que galopa,
las sospechas de una financiación irregular, las medidas internas en la cúpula
policial o en la Agencia Tributaria, la cesión a las presiones de la Iglesia y
alguna condena judicial han mermado la credibilidad hasta límites de máximos
arreglos culinarios en las encuestas. Buenos arreglos, por cierto, porque si
después de todo lo que está pasando, aún queda ese porcentaje preferente en
intención de voto, es que la fidelidad sigue siendo predominante.
Con
razón, Fernando Navarro, profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria, se preguntaba en redes sociales, a raíz de la lectura de un artículo
de Lucía Méndez publicado en el diario El
Mundo, dónde está la derecha moderna y democrática. Añade que la democracia
la necesita con urgencia, igual que la izquierda vuelva a ilusionar y a
enganchar al país. Pero Navarro, ante el panorama que se vislumbra, con tantos
hechos abonando la desafección política, se cuestiona, sobre todo, dónde está
la voz de la mayoría agazapada tras el silencio. Esa sí que la necesita la
democracia con la máxima urgencia, primero porque callada solo abona la
involución, tan contrastada en esa reforma radicalmente ideologizada; y luego,
porque una sociedad resignada, sin iniciativa y sin capacidad de reacción solo
cultiva la esclerotización hasta verse literalmente impedida para defender sus
propios valores y las conquistas sociales que tanto costaron.
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