“La Historia es nuestra y la hacen los pueblos”: esas
palabras de Salvador Allende, en su último e inolvidable discurso cuyo sonido
de fondo eran las bombas y el tableteo de las ametralladoras, recobraron
vigencia, abriendo otras alamedas, en el curso del acto de recepción del fondo
documental y archivístico de quien ha sido el único canario que ha accedido a
la presidencia del Gobierno de España, Juan Negrín López.
Era
imposible sustraerse a la trascendencia y a la emotividad del momento, en
presencia de su nieta, Carmen, presidenta de honor de la Fundación que, por
fin, pudo estrenar la sede cedida por el Cabildo Insular de Gran Canaria en
pleno Vegueta, en una admirable prueba, por cierto, de la continuidad de las
actuaciones en un ámbito institucional: las inició José Miguel Pérez, en el
ejercicio de su presidencia en el Cabildo, como lo consignó su sucesor, José
Miguel Bravo de Laguna, a quien ha correspondido culminarlas, en un
sobresaliente e irreprochable discurso.
Era una cita
con la Historia, en efecto, y por ello flotaba en el ambiente la indescriptible
sensación de la reivindicación, de la concordia, del respeto y de la invitación
al estudio y la investigación. No era una cita a ciegas sino con las luces de
los testimonios documentales y archivísticos cuya consulta, por supuesto, permitirá
desvelar claves e interpretarlas. Hasta encender esas luces han sido necesarios
notables esfuerzos: sin el empeño indeclinable de los integrantes de la
Fundación, presidida por José Medina, y sin la generosidad de la familia
Negrín, especialmente de la nieta Carmen, la que ha velado por la custodia de
tan inmenso legado durante decenas de años, no hubiera sido posible alcanzar
todo un logro: que los archivos de Negrín, que objetos y pertenencias
personales, estén en su ciudad natal, en un sitio digno y al alcance de cuantos
estudiosos, investigadores e historiadores deseen profundizar en sus contenidos
encontrando razones y averiguando causas, en definitiva, conociendo mejor la
personalidad humana, científica y política de quien ya, como escribiera Eligio
Hernández, es hijo ilustre, científico y estadista.
Los archivos
que salieron por el norte y han reentrado por el sur, como se dijo en el acto,
ya están en Las Palmas de Gran Canaria.
Corresponde a la Fundación la alta responsabilidad de gestionarlos mediante las
fórmulas, normas y programas que estimen más adecuados. Fue, sin duda, una
convocatoria histórica: la cesión de archivos y fondo documental, la recepción
simbólica y la entrega de llaves. Un acto distinto, una atención sobresaliente.
Tenía razón Allende: fue una demostración de que son los pueblos los que hacen
la Historia, aunque tarden en completarla y darla a conocer o poner el punto
final. Fue, en fin, un primer paso para que la tesis del editorialista del New York Times, en noviembre de 1956,
sea contrastada: “Jamás Juan Negrín tendrá que temer el juicio de la Historia”.
Las miradas
expectantes, las lágrimas emotivas, los abrazos y las palabras de la tolerancia
y la reconciliación, fundidas en aquella cita con la Historia, proporcionaron
un perfil humano y emotivo que el mismísimo Negrín hubiera agradecido.
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