Mucho se había tardado pero empieza a ser un clamor: el verdadero
récord turístico del presente año es… la economía sumergida. Los debates y las
conversaciones fluyen alumbrando disparidad de criterios y contradicciones: si
se baten récords, será que la recuperación es un hecho; si aumentan las
llegadas de turistas, es que Europa dejó atrás la crisis; si crece la demanda,
es que por fin se aprecia el valor del destino; es que se siguen notando las
secuelas de la “primavera árabe”; es que los europeos prefieren seguridad a
exotismo; mucho cuidado con reconvertir o legalizar las viviendas turísticas;
pero si hay más turismo, ¿por qué no hay más y mejor empleo?... Y así
sucesivamente.
El caso es que los
datos más recientes ponen de relieve algunas paradojas. A saber: de enero a
julio, en nuestro país, las llegadas subieron un 7%, más de treinta y seis
millones de pasajeros. Julio, con 8,3 millones de visitantes, el mejor mes de
todos los años, solo superado por agosto de 2013. Sin embargo, las
pernoctaciones se redujeron el mes pasado en un 1,8%, según el Instituto
Nacional de Estadística (INE). Las estancias hoteleras, igualmente en julio, se
comprimen un 0,2%. En fin, si se disparan las llegadas y caen las
pernoctaciones, asistimos a un evidente contrasentido. Algo ha fallado o algo
está pasando.
Una primera explicación
a este hecho consistiría en que los flujos turísticos se están redistribuyendo
en espacios de alojamiento alternativos a los convencionales, o sea, hoteles,
residencias, bungalows y apartamentos.
Sin embargo,
empresarios y expertos argumentan lo que es algo más que una anomalía: aluden
al fenómeno de la economía sumergida, es decir, establecimientos que incumplen
sistemática e impunemente las normativas sectoriales, que no tributan, que no
dan de alta a sus empleados… Algunos dicen que el fenómeno avanza a ritmo
vertiginoso, para perjuicio general: no solo empresarios, profesionales y
empleados sino para la oferta en su conjunto y para la propia marca España,
país que vuelve a verse como un destino barato con trampas, en donde puedes
sortear las obligaciones y en donde la falta de seriedad o las prestaciones
viciadas se acepta porque forma parte del negocio.
El secretario general
de la patronal hotelera CEHAT, Ramón Estalella, ha llegado a afirmar que “solo
se lucran quienes viven de la economía sumergida”. Por eso, hace un llamamiento
casi a la desesperada: “¿Cuándo entrará a saco la Agencia Tributaria, que tiene
medios, y así deja de asfixiar a los de las nóminas, que si se te olvidan 4
euros de intereses bancarios, ya te están mandando la cartita?”.
Más inspecciones y más
sanciones a los que cometen infracciones.
La otra gran
contradicción que se advierte es en el ámbito laboral. Se supone que si vienen
más turistas, habrá más servicios que ofrecer y habrá más necesidades que
atender. Pero no es así: el sector turismo genera empleo (hay 2,14 millones de
afiliados a la Seguridad Social en julio del presente año), pero es un empleo
precario, en el que predominan los contratos temporales y la pérdida de puestos
indefinidos.
Hacen bien las
centrales sindicales en advertir que se están haciendo contratos a tiempo
parcial que se convierten en jornadas completas. Ahí aparece otra bolsa de
economía sumergida: las contrataciones a tiempo parcial que dan cobertura a
puestos de trabajo con actividad permanente.
Así, es difícil motivar
a los trabajadores que preferirán incentivos y estabilidad. Si tanto se les
exige, es natural.
1 comentario:
BUENOS DÍAS:
En pocas líneas se incide en aspectos fundamentales del turismo. ¿Qué estamos haciendo mal para que no crezca el empleo si crece el número de turistas? ¿Qué pasaría si no estuvieran con problemas importantes nuestros competidores de verano?
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