martes, 5 de enero de 2016

PEGONZA, ACUARELISTA CONSUMADO

Pues habrá que ir pensando ya en un acuarelista consumado, a la vista de las cuarenta obras que expone en La Ranilla Espacio Cultural (calle Mequinez), Pedro González (Pegonza), una nueva entrega de la serie que vuelve a titular Pinceladas.
         Se notan los progresos de este artista autodidacta, alumno de Clorinda Padrón y seguidor del francés Bernard Romain. Lo que empezó o sigue siendo un hobby, deviene en un estilo esmerado que consolida en un género exigente. En efecto, más solidez en los colores y mejor concepción acuarelística a partir de sus visualizaciones en ciudades y países de varios continentes. La condición de viajero también influye en la apertura y en la riqueza del universo pictórico de González.
         Y es que las interpretaciones de su paisajística, observada directamente y sustanciada en soportes fotográficos, revelan la policromía que gana enteros. Es como si el artista, en cada trazo, en cada aplicación, en cada pincelada, hubiera avanzado con firmeza, ávido de una legítima superación que se plasma allí, en cada acuarela. Si en su primera entrega, allá por 2008, en el Liceo Taoro, hablamos de la perseverancia como virtud indispensable de quien había decidido exponer públicamente sus inquietudes creativas, ahora la ha acreditado suficientemente.
         El memorialista Melecio Hernández presentó la colección, con una inevitable alusión a Bonnín, el gran maestro del género, y con una atinada descripción estilística de la plasticidad del autor. El local estaba lleno en el primer sábado del año, hecho que hay que agradecer cuando de enriquecer y apreciar la oferta cultural en el municipio se trata.

         De modo que la frescura de las acuarelas de Pedro González, sus nuevas Pinceladas,  van tornándose en una tónica que vigoriza sus enfoques. Puede que su afición siga siendo una utopía, una utopía sin horizontes concretos, pero, como advirtiera Eduardo Galeano, sirve para caminar. Y en el camino, para buscar y para encontrar, para perfeccionar métodos y plasmar capacidades que siempre estuvieron ahí. Cuando han aflorado, son objeto de admiración.   

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