Pareciera que algo se mueve en el Puerto (comienzo de las
obras en un tramo del Camino La Costa, readjudicación del Plan Especial del
Casco Histórico, un nuevo soporte de promoción turística presentado en FITUR,
otra idea sobre el destino del antiguo hotel/casino Taoro) pero no es para
lanzar cohetes: el municipio sigue teniendo carencias serias, algunos de sus problemas
se prolongan sin remedio y lo que es peor, la sensación de abandono, de
languidecimiento, de suerte echada y de rutina sigue predominando. Es como si
el Puerto de la Cruz estuviera cerrado a los revulsivos. Menos mal que el
Cabildo Insular sigue interviniendo para dinamizar algunas actuaciones.
El caso es
que, cumplidos los seis primeros meses del mandato, seguimos sin saber cuál es
el pacto de gobierno suscrito entre el Partido Popular y Coalición Canaria, qué
contiene, cuáles son sus prioridades, cuál es el modelo de ciudad… Más de uno
dirá que es igual, que viene funcionando -bien o mal, como sea, pero lo hace- y
que tampoco es para quebrarse la cabeza. Pues sí, hay que quebrársela mientras
no se cumplan elementales cánones de la política. Las cosas serias -y la
gobernabilidad de un municipio lo es- hay que tomárselas con un mínimo de
rigor: no es cuestión de dejar pasar los días y esperar que llegue fin de mes.
Hay que disponer de una programación básica, hay que trazar unos objetivos, hay
que promover: dejarse arrastrar por la rutina es lo más fácil del mundo.
Cierto que
la población se ha adocenado, su pasividad y su indolencia alcanzan niveles
mayúsculos -¿dónde fue a parar aquel espíritu crítico e indómito de los
portuenses?- y entre la resignación y el escepticismo, entre el temor, la
indolencia y la responsabilidad descansada en tercero, se ha ido acostumbrando
a verlas venir. Dicho coloquialmente: le da igual casi todo. Antes, hasta no
hace mucho, las culpas, por sistema, eran del Ayuntamiento. Ahora, ni eso. Ni
la anárquica e incontrolada ocupación de la vía pública merece un comunicado de
malestar de cinco líneas de una comunidad vecinal.
Si no hay
pacto de gobierno local -existe, todo lo más, un acuerdo para distribuir
competencias y cargos e impedir que gobernara el partido ganador de las
elecciones- no es de extrañar que se carezca, al cabo de seis meses, de un
presupuesto. Aún flotan en el ambiente las hilarantes disculpas dadas para la
tardanza en su confección. Eso también importa poco a la ciudadanía. Como si
oyera llover (aunque no lo haga), aunque sean sus tasas y sus tributos lo que
está en juego. Ni por sus contribuciones y el destino que se da a las mismas se
mueve. Qué conformismo.
Y si
descendemos ya a cuestiones concretas, prepárense para deprimirse. Solo en un
sitio como el Puerto de la Cruz puede ocurrir que el titular o los titulares de
una concesión administrativa ni paguen el cánon durante tres años ni devuelvan
las llaves cuando se resuelve el contrato. Eso ocurre con parte de los
servicios del complejo Costa Martiánez. No dudamos que se hayan dado los pasos
subsiguientes desde el punto de vista administrativo -¡bueno fuera que no!-
pero, independientemente de que se entable o no otro contencioso, los
perjuicios son evidentes -por muchas indemnizaciones que la Ley haya previsto-,
la incertidumbre galopa a caballo tendido, la calidad de las prestaciones se
resiente, el daño que se causa a la instalación sigue in crescendo y la imagen de
descontrol, de falta de autoridad y de capacidad decisoria que se proyecta es
cada vez más palpable.
Este es,
salvo esas cosas que se mueven, el Puerto de la Cruz de principios de año.
Tristemente.
1 comentario:
No parecía que esa fuera la impresión de algunos. Esperemos que aclaren acuerdos, presupuestos y acciones a ejecutar. La transparencia es crucial en un Gobierno que se precie. Gracias Salvador.
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