El pequeño
Nicolás, un personaje que, en otro país, sería tomado en broma y, por
consiguiente, los medios de comunicación no le concederían un tratamiento como
el que viene recibiendo desde hace algún tiempo -en el que ha ocurrido de casi
todo, para escarnio incluso de cierta política-, va a cobrar tres mil euros
diarios por su participación en el programa Gran Hermano VIP, de Tele 5.
Si le pagan allá él. Aquí también se han pagado cantidades fabulosas por
futbolistas profesionales y pocos se escandalizan. Da igual que haya crisis o
que la brecha de desigualdad se siga ampliando: hay quien vive del cuento -el
pequeño Nicolás, por ejemplo- y hay quien explota el cuento hasta terminar
elevando al protagonista a ciertos alturas.
Pero son tres mil al día. Suena tan
fuerte que escuece. No sabemos lo que hará y lo que deshará pero esa es la
cantidad. Para un obrero, para un trabajador, para un pensionista, para un
profesional, para un investigador, para
un opositor, no digamos para un desempleado de larga duración, es insultante,
una desvergüenza, una inmoralidad. Y no hace falta adentrarse en vericuetos
demagógicos. Cada quien abona a sus contratados lo que estime conveniente pero
aquí la ética es asignatura ignorada. ¡Lo que hay que hacer para ganar
audiencia! O lo que es igual, si para registrar audiencia, hay que llegar a
esos extremos, es que los productos televisivos andan muy desajustados. Luego
se quejan en el medio de que el personal se sienta asqueado o que prolifere la expresión 'telebasura'.
Con no verlo, es suficiente, se dirá. Y
no falta razón, dentro de la libertad para escoger ante el pluralismo de la
oferta. Pero no es eso: hechos como el que comentamos degradan y humillan. Es
otro ejemplo de lo que significa crear mediáticamente el monstruo. Tras la
creación, alimentarlo. Y así, va creciendo, no importan los dislates. Igual
hasta hacen crecer la cotización. A fin de cuentas, ¿qué es una raya más para
una cebra?
Y mientras tanto, entretenidos con las
vestimentas y las cabalgatas de Epifanía.
¡País!
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