Lionel Messi es un futbolista
extraordinario, sin duda. Capaz de las mayores genialidades, dotado de
habilidades singulares, sobrado de técnica individual en velocidad, desmarque,
dominio y toque de balón, un entrenador inglés, en efecto, le definió hace años
como “un jugador de playstation”. Admirable, sobre todo cuando está inspirado y
nada parece frenarle en la cancha.
Pero resulta que el mismo
Lionel Messi es un delincuente fiscal, según sentencia condenatoria de la
Audiencia de Barcelona tras cometer tres delitos fiscales tipificados como muy
graves. Y al F.C. Barcelona le da pro promover una campaña de apoyo al jugador
bajo el título “Todos somos Messi”, como una suerte de antítesis a ese eslogan
utilizado desde hace mucho tiempo, “Hacienda somos todos”.
Es respetable y legítima la
idea del club de defender al jugador argentino. Pero como no se puede ir contra
el sentido común, es natural que la campaña se le haya venido en contra. En
redes sociales y en medios, hasta los más acendrados aficionados barcelonistas
han declarado que por ahí no pasan. No se identifican con la iniciativa. Y es
que no puede despertar simpatías ni hacer que se identifiquen con quien,
ganando tanto dinero, es declarado culpable de defraudarlo.
La asociación que agrupa a
los técnicos de Hacienda ha sido también muy tajante con la desafortunada
campaña: está haciendo un flaco favor a la pedagogía fiscal, ha venido a decir.
Hay que concienciar a los ciudadanos, bastante cansados de evasores fiscales y
defraudadores, luego conductas como ésta, analizadas y verificadas por los tribunales,
son inaceptables.
El criterio de esta
asociación es que, tratándose de personajes públicos, la exigencia de un
comportamiento ejemplar con el fisco es aún mayor. Esto deben saberlo el
jugador, su entorno y el propio club. Si “Hacienda somos todos”, nadie está
excluido de cumplir con sus obligaciones y mucho menos recurriendo a argucias.
De ahí, que le hayan pedido
al F.C. Barcelona que retire la campaña en tanto su telón de fondo sea un
flagrante acto de irresponsabilidad. La sociedad de nuestros días, tan
castigada por diferentes motivos, no puede aceptar que defraudadores fiscales
reciban un tratamiento diferenciado encima tan poco dado a la sensatez.
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