Esos hechos simples que generan una complicación…
si no son atendidos debidamente.
En los primeros días de agosto pasado, el sistema
de desagües internos de la biblioteca
municipal -distinguida por cierto con un galardón- dejó de funcionar. Ayer por
la mañana, cuando fuimos a utilizar sus servicios, nos encontramos con las
puertas cerradas. No estaban aptos para los usuarios. Cuando preguntamos, esa
fue la respuesta: no funcionan los desagües.
Desde agosto.
También en los primeros días de aquel caluroso
mes, en el costado sur de la plaza del Charco, se produjeron unos
desprendimientos en una de las columnas situadas en el límite del paseo
peatonal que enlaza las calles Blanco y Nieves Ravelo. Fue un domingo al
mediodía, casualmente estábamos cerca. Alguien llamó a la policía local, dos de
cuyos efectivos llegaron a los pocos
minutos y colocaron, a modo de protección o primera medida de seguridad,
unas vallas. Hoy en día siguen ahí.
(Curiosamente, preguntamos hace un par de semanas
a un contratista experto en obras menores el costo de la reparación:
-Dos hombres, una escalera, material de pegamento
apropiado, apenas hora y media de trabajo.
Bueno, pues ahí lo tienen.
Mientras tanto, la geografía local del Puerto de
la Cruz sigue acumulando desidia y desinterés. Lo peor es que, como en los
casos relatados, siguen viendo pasar el tiempo.
Un servicio público, una biblioteca cerrada; y un
paseo de la plaza más céntrica, con vallas de tránsito acumuladas advirtiendo
de peligro, esperando alguna iniciativa, alguna mano amiga, de un concejal, de
un técnico, de un funcionario que se compadezca y diga:
-Vamos a solucionar esto.
Tampoco hay que hacer una gran inversión. Ya
saben.
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