En reiteradas ocasiones, hemos explicado el daño tan grande que
representó para Tenerife la introducción de una fórmula de explotación
turística, conocida por ‘time sharing’, una suerte de propiedad a tiempo
compartido que, en realidad, toma su nombre del lenguaje informático
consistente en el intercambio
simultáneo de un recurso informático entre muchas tareas o
usuarios al dar a cada tarea o usuario una pequeña porción de
tiempo de procesamiento. Este cambio rápido entre tareas o usuarios da la
ilusión de una ejecución simultánea. Permite la multitarea por parte de un solo usuario o permite sesiones de
varios usuarios.
Aplicado al negocio
turístico, el tiempo compartido es un sistema de propiedad vacacional que
posibilita a los compradores el derecho de uso de una propiedad durante un
período específico cada año, ofreciendo así una alternativa económica para
disfrutar de vacaciones. En otras palabras, en vez de alojarse en un hotel,
podrías hacerlo en un apartamento de cierto nivel que, además, supuestamente,
era de tu propiedad por unas semanas o por un tiempo más prolongado. Se hacía
la reserva con la debida antelación… y a disfrutar. Supuestamente.
La fórmula terminó
evaporándose por estos lares. Hace nueve años, unos
periodistas de la BBC, con cámaras de televisión ocultas, se hicieron pasar por
compradores de apartamentos en régimen de ‘timesharing’ en Tenerife. La noticia
provocó un escándalo que ha acabado ahora con 14 personas condenadas por la
estafa de algo más de treinta millones de euros a 3.500 propietarios de
apartamentos en régimen de tiempo compartido.
Según el digital preferente.com, la
mayor parte de las víctimas tenían entre 60 y 80 años y querían pasar meses de
retiro en Canarias. En quinientos casos, perdieron unos doce mil euros y en un
caso casi cien mil. Los afectados eran sometidos a sesiones de hasta seis horas
hasta que eran persuadidos.
La empresa que hizo la estafa era ‘Sell My
Timeshare’ y el principal responsable, llamado Mark Rowe, sufrió una condena de
siete años y medio de prisión. Dado que tanto victimarios como víctimas eran
británicos, el caso fue visto en los tribunales de Londres.
El caso fue bastante simbólico de lo que por
un momento pareció una plaga que afectaba a numerosos edificios de tiempo
compartido, también en ocasiones con protagonistas españoles. El asunto fue
destapado por un equipo de la BBC de Escocia, liderado por Craig Williams,
quien ahora recuerda en su medio de comunicación la larga historia que le
permitió llegar a visualizar y recoger pruebas contundentes de la situación que
se generaba.
Con esta resolución judicial, es probable que
no se haya liquidado esta modalidad que, por otro lado, tiene ya, en algunos
países, su propia regulación jurídica. Pero al menos en Canarias los que se
emplearon con malas artes y sin respeto a las normas ya saben que no pueden
seguir obrando al margen de la ley.
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