jueves, 24 de enero de 2008

ABSTENCION

Pedro Lasso, paisano, escrutador de registros electorales, intérprete de números absolutos y relativos, situándose siempre en las coordenadas de la lógica, por lo tanto, analizando desde el rigor y la racionalidad, dice que el sistema está en peligro.
Sí, sí, el sistema democrático. La amenaza se llama abstención. O abstencionismo. La gente está desencantada, está desertando ante las urnas. Los porcentajes revelan el hastío del electorado. Y eso es malo para la democracia, claro que sí, porque merman sus cualidades principales, entre ellas la participación.
Quede para el debate, especialmente en el seno de los partidos, las razones de esa actitud abstencionista. Algo debe estar ocurriendo para que segmentos de población, entre el desencanto, la frustración, la decepción y la protesta, prefieran ese día cualquier otra actividad antes que acudir a su colegio electoral.
Con razón Rodríguez Zapatero hace una y otra vez llamamientos para ir a votar. Ya le antecedió Felipe González en esa apelación, dirigida con énfasis a los jóvenes, a aquéllos que votaban por primera vez.
Natural si tenemos en cuenta conclusiones como las alumbradas por Lasso en su más reciente entrega sobre perspectivas, promovida por la Asociación de la Prensa de Sana Cruz de Tenerife. Una de ellas: las mayorías absolutas de Felipe González en 1982 y la de Aznar en 2000. La primera, sobre la base de la participación, una de las más altas en la historia de la democracia española. La del presidente conservador fue lograda sobre más del 30% de abstención.
Y esta otra: en las estadísticas comparadas, abstencionistas contabilizados, la ciudadanía canaria demostró estar más interesada -por tanto, participó en mayor medida- en las elecciones legislativas o generales que en las autonómicas. Que tome nota el pseudonacionalismo sumatorio de intereses insularistas.
En realidad, que tomen nota todos, porque a ver cómo explican socialistas y populares que Miguel Zerolo haya fabricado también sus mayorías con medio Santa Cruz disfrutando ese día en la playa, en el monte o en cualquiera de las segundas residencias y restaurantes del interior.
El problema es ese: que nadie haya encargado a cualquiera de las administraciones un estudio sociológico, concienzudo y riguroso, sobre las causas de la abstención. Y que conocido el diagnóstico, se pongan a trabajar para quebrar ese desapego, esa conducta indolente.
Que no es un chiste ni una concesión más al pasotismo, ¿eh? Que esto es muy serio, que es la democracia lo que está en juego, lo que peligra. Porque tentaciones para aprovecharse brotan sin cesar.
Por mucho bienestar, por mucho consumismo, por mucha romería y por mucho carnaval que inunde a todas horas calles, recintos, plazas... y televisiones. Qué barbaridad.
Pedro Lasso tiene la sensación de que predica en el desierto. Al menos los que tienen la paciencia de seguirle habrán comprobado que detrás de la parafernalia, de las maniobras, del derroche y de los debates estériles o insustanciales, están las verdades del barquero electoral.
¿No decían -y dicen- cada vez que se dan determinados resultados que el pueblo es sabio? Pues ahí lo tienen.

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