jueves, 10 de enero de 2008

LAS MANOS DE VICKI PENFOLD

Ha cumplido noventa años Vicki Penfold y Eliseo Izquierdo le dedica con tal motivo una deliciosa glosa en Diario de Avisos, una atinada síntesis de la rica biografía de esta mujer universal que escogió para vivir y trabajar la sombra de la montaña de Las Arenas, en La Asomada, en el Puerto de la Cruz cuya corporación municipal la hizo Hija Adoptiva en 2004, en reconocimiento a su trabajo y a su trayectoria. La Real Academia Canaria de Bellas Artes la había elegido miembro correspondiente en 1998, año de una inolvidable exposición antológica de su obra.
Vicki es la personificación de la sensibilidad a la hora de concebir el arte, ya en la pintura ya en la escultura. Pero esa sensibilidad es también la que ha acreditado en sus relaciones humanas. De ello puede hablar con pleno fundamento una buena amiga, Dori Tamajón, que la conoce muy bien y ha sido una eficacísima colaboradora e impulsora de la dimensión de su obra.
Vicki es dulzura, la dulzura de la miel artística, plasmada en lienzos, en bronce, en grabados y cartones donde quedó reflejada la interpretación de la realidad. En cada trabajo suyo, una visión delicada, un tratamiento esmerado que refleja la finura de la artista.
Acompañamos a Penfold cuando hizo entrega a Su Majestad el Rey de un busto que impresionó a don Juan Carlos. Tuvo el detalle de enseñármelo antes, recién acabado, cuando explicó pacientemente las características del proceso de elaboración.
Hablaron en inglés y el monarca le dirigió palabras tan emotivas como cariñosas. La obra era digna de admiración. Debe andar su busto, tan realista, tan certero, en algún lugar distinguido del Palacio de La Zarzuela.
En otras ocasiones, cuando hemos coincidido en actos y exposiciones, Vicki Penfold, excelente observadora, ha desgranado sus matices con una sutileza fuera de lo común.
Desde 1964 reside entre nosotros después de haber recorrido medio mundo y de no ser ajena a las intrigas, a las persecuciones y a las inconsecuencias de los humanos. Vicki, sin alharacas, echó valentía a la vida y quiso producir en La Asomada, donde la luz compensa el incipiente frío del valle de La Orotava, una obra artística extraordinaria.
Ha cumplido noventa años. Y sus ojos y sus manos siguen hablando.

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