Un paseo, mejor, un 'zapeo', a ver qué hay en pantalla, antes de acostarse, y se queda uno cada vez más horripilado no ya ante los contenidos de la programación -alguna honrosa excepción y la pluralidad de la oferta digital frenan las ganas de leer las últimas páginas del día- sino ante las vergonzosas y tabernarias discusiones que se registran en algunos espacios, allí donde algunos quieren coloquiar o aparentar que participan en una tertulia televisada mientras los llamados a moderar se ven literalmente desbordados, incapaces de poner orden, arbitrar o dilucidar nada.
Pero lo que espanta, de verdad, es esto: cuando todos los intervinientes hablan a la vez, sin respetar sus turnos, interrumpiendo, apostillando y, a veces, berreando. Todos a la vez, en un guirigay ininteligible, absurdo, en las antípodas de una conversación plural y amena.
Lo hemos dicho todos en alguna ocasión: el problema de este país es que nadie escucha. Se chilla, se grita, se corta... pero no somos lo mínimamente tolerantes para dejar acabar a quien está en uso de la palabra.
Alguna experiencia tenemos en la dirección de debates y el principio básico que siempre aplicamos era dejar hablar, aunque la interlocución fuera disparatada, provocadora, irreverente o, simplemente, no se estuviera de acuerdo con ella. Eso significa armarse de paciencia y aún a riesgo de que la otra parte abuse, es preferible el método antes de enzarzarse en una discusión atroz que termina reflejando una impresión de mala educación o un comportamiento inapropiado.
Cuando el 'zapeo' ese, en la muy discutida Televisión Canaria, la moderadora ni aparecía en pantalla. Fíjense que no podemos precisar de qué hablaban (perdón: discutían) quienes estaban en el plató. Seguro que el realizador no sabía a quién enfocar. Todos al unísono, pisándose, elevando el tono porque así creen que tienen más razón o esa va a ser la imagen y la 'boutade' que va a quedar grabada en el espectador, si es que a esa hora, en aquellos momentos, aún quedaba alguno con dosis de paciencia para soportar aquel esperpento. Era puro y duro ruido, como hemos escrito en otra entrada parafraseando unos versos de Joaquín Sabina.
¿Por qué no aprendemos a escuchar? ¿Por qué no respetamos? A ver si enseñan algo de eso en "Educación par la ciudadanía".
Por cierto, y aunque duela escribirlo a estas alturas de la democracia y de la sociedad de la información: Es tan necesaria.
viernes, 11 de enero de 2008
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1 comentario:
Me gustaría añadir un tipo de debate que se daba hace algunos años en la televisión privada Tele 5 con María Teresa Campos de moderadora-presentadora, que no desmerece en nada a los esperpentos actuales.
El programa de Teresa Campos incorporaba una novedad: el público presente en el programa, a través de una encuesta, seleccionaba los temas a abordar en el debate. Los contertulios debatían sobre el tema que más votos obtuviera, sea cual fuera el tema. Era asombroso ver a los contertulios opinando como expertos en todos los temas que salían ante millones de personas. Me recordaba a las orquestas que vienen por las fiestas a mi barrio y tocan todo lo que la gente les pida. Así suenan.
Un saludo
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