Pedro Guerra firma un reportaje revelador en 'La Provincia': el balance en los juzgados de la corrupción en Canarias, tercera comunidad del país (por delante sólo están Madrid y Andalucía), en lo que a procedimientos se refiere. 64 cargos públicos y 147 millones de euros bajo sospecha. Más números del informe de Guerra: de los 800 imputados por corrupción en el país, 182 están en Canarias, donde al menos han sido detectadas 15 tramas objeto de investigación en Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote. "El cáncer salpica a nueve municipios, dos cabildos y al Gobierno regional", título de un despiece que condensa la localización de las presuntas comisiones delictivas.
Desde que vendieron el viento hace unos años -se dice fácil, parece imposible, pero es así: vendieron el viento- buena parte de la vida política en las islas transcurre entre sobresaltos derivados de la publicación de noticias que apuntan casos de corrupción casi todos ligados a administraciones públicas. Hasta la revista "Interviú", en su número de esta semana, inserta otro reportaje que apunta una especie de conexión "Gürtel" en esta comunidad tan singular.
Y así se extienden la decepción, el escepticismo, la desmotivación de la que hablamos hace pocos días en este mismo espacio. Una inmensa mancha que produce desazón en los canarios, proclives a las generalizaciones fáciles: los políticos son todos iguales. Y no es así, es verdad, porque son muchos quienes ejercen la actividad pública con toda dignidad y con toda honestidad. Pero, claro: la multiplicación de comportamientos corruptos a la sombra del poder político amplía la sospecha o el juicio fácil.
Pero es inquietante, en cualquier caso. Es difícil convivir así, es difícil dedicarse a la cosa pública sabiendo que, en cualquier momento, brota la chispa, surge la tentación, te envuelve la trama... y se cae en ella.
Ya quedó dicho que los partidos políticos deben ser los primeros en propiciar estrictos mecanismos legales de prevención, limpieza y hasta de penalización interna sin interferir el curso de la vía judicial. El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, lo ha sentenciado públicamente: "La corrupción es el mayor cáncer de la democracia y tenemos que combatirla con toda nuestra energía". Nada que objetar; manos a la obra.
Y que los partidos sean conscientes también de lo que significa perpetuarse en el poder: las redes, los negocios, los intereses... Es legítimo intentar volver a ganar elecciones pero cuidado con las correas de transmisión y los fines espurios. En el fondo, muchas veces, intereses inconfesables.
Acordémonos de aquellas manos limpias en Italia. Y tengamos claro que los valores de la democracia no merecen ser castigados con esta plaga, con este cáncer del que hablaba el ministro.
Canarias, ahora mismo, es una comunidad autónoma que proyecta una realidad social y económica preocupante. A los males conocidos, a los efectos de la recesión, se une la corrupción política que está pasando factura sin saber hasta dónde se puede llegar.
Cuidado.
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