lunes, 9 de noviembre de 2009

REINVENTAR EL DESTINO

El cierre de otros dos establecimientos hoteleros -¿puede alguien decir oficialmente y con seguridad que se han perdido más de cinco mil camas en los últimos diez años?- y la inacabable sucesión de locales comerciales que ponen fin a su actividad hacen que el Puerto de la Cruz toque fondo en el contexto de la crisis. Algunos empresarios al borde de la angustia, preocupados con los últimos indicadores y con la propia coyuntura, han pedido -interpreta uno que casi a la desesperada- alguna alternativa, un testimonio estimulante, siquiera los apuntes -en este caso no pueden ser más- de un planteamiento que refresque la ilusión o la motivación, que no prolongue la agonía sino que sirva para pensar en que sí hay futuro, en que las oportunidades para salir del trance no se han agotado.
Trataremos de cumplir pero no tiene el comentarista recetas mágicas ni muy distintas a las prescritas hasta el momento. Las conocen los mismos promotores, empresarios y profesionales con los que hemos compartido inquietudes y con los que hemos tratado de impulsar, en distintas etapas, medidas que innovaran el producto y cualificaran el destino. Cuesta emplear lo de fracaso colectivo, en tanto que las coordenadas no reflejan un avance, pero hay que convenir que los nobles intentos, tanto del sector público como del privado, por las razones que sea, no han dado los frutos apetecidos.
“Reinventar el destino”, ha venido a decir recientemente en la isla Eulogio Bordas, presidente de una de las consultoras especializadas más relevantes del país, THR. La frase, referida a la realidad turística insular, lo contiene todo aunque no sea sencilla de traducir en la práctica. Pero deben memorizarla bien quienes aún se refugien en utilitarismos nostálgicos, quienes aún no asumen que el esplendor de aquel Puerto de la Cruz de casi tres décadas de hegemonía o vanguardia turística no volverá, no se repetirá.
Pero esto no debe significar resignación o renuncia y aunque es verdad que el relevo generacional en las propiedades o en la dirección de las empresas se ha ido consumando sin grandes innovaciones, no es menos cierto que, llegada la hora de asumir riesgos, se hace necesario afrontarlos con más decisión y valentía, con menor supeditación a las connivencias de sectores empresariales con el poder político, a fin de cuentas, una amalgama de intereses que sólo beneficia a unos pocos, los más diestros, los mejor colocados.
De ahí que Bordas hable de crear nuevas condiciones para que vuelva a girar la rueda de la prosperidad, no para nuevos hoteles sino para nuevas infraestructuras. En el caso del Puerto de la Cruz, donde no se sabe muy bien el destino de la planta alojativa que ha ido cerrando sus puertas, es indispensable propiciar esas condiciones que deben quedar plasmadas en un gran pacto y, a su vez, en un modelo que las partes (administraciones y actores sociales) asuman sin reservas para superar el largo túnel que aún hoy siguen atravesando.
Ojalá que la crisis esté dejando enseñanzas provechosas, como también da a entender, algo escéptico, el primer responsable de la consultora citada. En los destinos turísticos maduros, como es el caso que nos ocupa, se precisa de un papel más activo y más imaginativo para encarar el porvenir, o lo que es igual, para cortar la decadencia en la que están inmersos. Ya no basta el voluntarismo.
Reinventar el destino, si interpretamos bien a Bordas, no es sólo procurar nuevas dotaciones y nuevos reclamos sino invertir convenientemente para captar mercados y seguir siendo competitivos. Es también racionalizar la oferta orientándola a parámetros de calidad y confort que respondan a las exigencias de la clientela que hay que fidelizar, como así ocurrió en el pasado, seguro que no con tantos recursos. Es situarse a la altura de las fórmulas de gestión que el negocio turístico, en sus múltiples variables y en un contexto de creciente competencia, va demandando y generando. Y es, igualmente, cambiar el ánimo, adoptar una actitud distinta, menos escéptica y más emprendedora. Discutir un par de euros en el precio de una cama o si cedo tres gratuitamente para una promoción o si los comerciantes no cambian un escaparate en seis meses son ya vicios y rémoras que, o se sacuden, o no hay reinvención que valga.

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