El Cabildo Insular de Tenerife entrega hoy el título de hijo adoptivo de la isla a Francisco Sánchez Martínez, José Sánchez Rodríguez y Luis Balbuena Castellano. La trayectoria de los tres es el reflejo de una personalidad comprometida con la ciencia, con el trabajo, con la empresa, con la investigación y la docencia.
Quienes les conocemos sabemos, además, de su amor por la isla, a la que han dedicado sus iniciativas, sus energías y sus bríos. A veces, como en el caso de Balbuena, cuando ejercía como consejero de Educación del primer gobierno autónomo, con la incomprensión de algunos sectores que luego ni siquiera han valorado el retorno a civil y a su profesión de un matemático que es y ha sido todo un ejemplo.
También lo es Francisco Sánchez Martínez, el hombre que ha hecho que miremos al cielo desde las islas con ganas de saber qué contiene. Nos ha acercado a las estrellas, a las novas, a las galaxias... Todo eso ha parecido más cercano merced al impulso materializado a través de los más potentes y avanzados telescopios del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), un lujo -ese sí- de las islas para el mundo.
Y en cuanto a Pepe Sánchez Rodríguez, uno de los más populares empresarios canarios, pese a que él no lo ambiciona, entre otras razones porque la humildad es la principal cualidad de su carácter, se ha ganado a pulso el reconocimiento y la admiración. Sánchez, baluarte de JSP, es la modestia y la seriedad a la vez. Es el afán emprendedor y el amor por la obra bien hecha al mismo tiempo. Sus fábricas, sus cadenas de producción, su trato con los trabajadores, su atención y su presencia en innumerables actos sociales, políticos, culturales y de todo tipo le han granjeado la estima y el afecto de todos. Desde Güímar también ha irradiado esos rasgos.
Una buena parte de su trabajo la han desarrollado en Tenerife, la isla donde encontraron cariño y respeto, donde trabajaron con ilusión, explorando y procurando bienestar y contribuciones a sus respectivos campos.
El Cabildo les nombra hijos adoptivos. Qué bien. No es que se lo merezcan, es que da gusto tenerles como uno más.
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