El pleno del Ayuntamiento de Los Realejos (norte de Tenerife) aprobó días pasados por unanimidad los presupuestos generales del año próximo. El importe, 26.8 millones de euros. Los grupos políticos consensuaron las cuentas y el acuerdo se adoptó, insistimos, por unanimidad.
Es un hecho inusual (íbamos a escribir insólito pero el primer adjetivo parece más apropiado) y debe ser ponderado. En una época en que la crispación política anula ideas y voluntades, en que el encono caracteriza las relaciones políticas de los grupos y las personas, en que las mayorías -del signo que sean- aplastan hasta la totalidad de las enmiendas que se presenten, en que los recelos tumban sistemáticamente contribuciones que son interesantes, en que la crisis causa estragos y obliga a recortes... que unas previsiones contables respondan al consenso de hasta tres grupos políticos (dos de ellos en la oposición) es motivo suficiente para que los realejeros se sientan satisfechos.
Otra cosa es que los contenidos presupuestarios no cubran todas las demandas ciudadanas o alumbren algunas imperfecciones pero esa es harina de otro costal.
El que aquí estamos subrayando es el que los munícipes realejeros han cargado con un sentido de la responsabilidad como en muy pocas ocasiones se había registrado. Tan dados que han sido en otras épocas a la discordia, tan notables han sido las discrepancias en otras épocas, que este acuerdo unánime bien merece ser destacado.
Ya el año pasado, el presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, había sugerido a los grupos institucionales que estuvieran en la oposición que, dadas las circunstancias de recesión e inestabilidad financiera, no votaran en contra de los cálculos que preparasen los respectivos gobiernos autonómicos y locales.
Aquella era una buena indicación de un dirigente político consciente de que, en situaciones como la que atravesamos, lo mejor para todos es aparcar las diferencias partidistas y facilitar las cosas a quienes tienen el mandato de administrarlas y gestionarlas. Se diría que aquélla era no sólo una declaración de buenas intenciones sino una auténtica inversión de futuro sustanciada en un sentido de la responsabilidad que los ciudadanos (un suponer) sabrán valorar.
El de Los Realejos es un ejemplo de esa responsabilidad. Hasta hace muy pocas fechas, gobernaba una alianza política (CC+PSOE) fracturada, por cierto, casi de forma absurda teniendo en cuenta otras situaciones políticas locales mucho más delicadas que se suele sobrellevar con flexibilidad, transigencia y cintura política. Pues bien, a pesar de esa ruptura, a pesar de que las heridas estaban aún sin cicatrizar, los socialistas, ahora en la oposición, han estado a la altura de las circunstancias y han sabido tomar una decisión que no era fácil, sobre todo, para no quedar descolgados y señalados como poco colaboradores después de haber compartido tareas de gobierno durante unos dos años.
Un presupuesto aprobado por unanimidad en una corporación pública es un hecho, hoy por hoy, insólito. Tal como bajan las aguas en la política canaria, si nos apuran, es hasta histórico. Se lo merecen:
¡Enhorabuena!
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