martes, 29 de diciembre de 2009

INTELECTUAL CENTENARIA

Ha cumplido cien años María Rosa Alonso, la eterna intelectual tinerfeña, natural de Tacoronte, fundadora del Instituto de Estudios Canarios.
Mujer singular. Aún recordamos cuando aceptó nuestra invitación a que pregonera las Fiestas de Julio del Puerto de la Cruz en el año 2002.
"¡Pero si ya no escribo!", exclamaba para justificar su reticencia.
"A los portuenses nos gustará ver florecer de nuevo esa ñamera", le dijimos, en alusión a su célebre texto de 1951.
"¿Y quién me lleva al Puerto", preguntaba.
"No se preocupe. Ya nos las arreglaremos", respondíamos con fines persuasivos.
Su sobrino Elfidio echó el resto.
Y un viernes 5 de julio lanzaba su pregón en el salón noble de la abarrotada casa consistorial portuense. Muchos admiradores la siguieron transidos de sensibilidad y emociones. Habló unos cuarenta y cinco minutos pero nadie se quejó de la extensión de su intervención. Leyó algunas citas ¡manuscritas! Su verbo firme y enfático. Su mirada y sus gestos elocuentes. Su visión del ayer y del porvenir.
Lástima que no queden testimonios audiovisuales de aquel pregón extraordinario que glosó la universalidad del Puerto de la Cruz. O al menos eso recordamos, cuando al despedirla, lamentamos la ausencia de cámaras y micrófonos y dijimos algo así como que los organizadores merecíamos un suspenso al no tener la previsión de grabar aquella locución llena de citas, hechos memorables y descripción de rasgos ciudadanos y costumbristas. María Rosa pregonó hasta entusiasmar.
Fue la lección de una intelectual que agradecimos hasta el infinito.
Como agradecidos estamos todos los portuenses de aquel bellísimo texto que le inspirara un paseo por la plaza del Charco. Un texto dedicado a la ñamera de su pila central y que a continuación reproducimos:


"Frondosa y verde emerge esa bombonera redonda que es la
ñamera de la Plaza del Charco. Anchas y rotundas sus hojas suplen
una ausencia de flores que no tiene ni necesita. No precisa siquiera
de una voz poética que le cante, como a la palmera, su esbelta delgadez,
o, como al drago, su milenaria tradición de catedral vegetal.
La ñamera de la Plaza del Charco se basa a sí misma en su verdura
esférica, y a veces me he preguntado por las manos gigantes
que le han dado su forma de búcaro artificial.
Ella se ha fabricado su redondez solitaria y su ancho corazón
nos sonríe en cada hoja a todos los que amamos la honda y fresca
delicia de su sencillez. La ñamera nos mira en línea recta y nos invita
a la renuncia de la vertical y a huir de las estrellas y de la estremecida
tensión de las alturas.
Ancha, redonda, verde y satisfecha es envidiable su felicidad
jugosa de muerte feliz, su renuncia a lo alto, y su baja sonrisa,
humilde, casi a flor de tierra. Lección de suavidad serena la suya,
de rotundidad de lo mínimo y sencillo. Si tienes, caminante, el alma
seca porque el dolor te haya bebido los jugos de su fragancia,
aprende lo que la ñamera de la Plaza del Charco te muestra en su
vida simple, uniforme, sin pretensiones; pero si no quieres o no puedes
renunciar a las estrellas, sólo te dará envidia y agonía advertir
que, mientras te quemas en la paramera de tus verticales inalcanzable,
ella se sonríe tranquila en su menudo y jocundo verdor de
horizontales, sin riesgos ni ambiciones".
(Madrid, 1951).

María Rosa ya tiene cien años y todos nos alegramos. Una exposición en el antiguo convento de San Agustín, en su Tacoronte natal, rinde tributo a la vida y obra de una tinerfeña excepcional, de una intelectual centenaria. Cien años de perseverancia y de lucidez.

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