"Frondosa y verde emerge esa bombonera redonda que es la
ñamera de la Plaza del Charco. Anchas y rotundas sus hojas suplen
una ausencia de flores que no tiene ni necesita. No precisa siquiera
de una voz poética que le cante, como a la palmera, su esbelta delgadez,
o, como al drago, su milenaria tradición de catedral vegetal.
La ñamera de la Plaza del Charco se basa a sí misma en su verdura
esférica, y a veces me he preguntado por las manos gigantes
que le han dado su forma de búcaro artificial.
Ella se ha fabricado su redondez solitaria y su ancho corazón
nos sonríe en cada hoja a todos los que amamos la honda y fresca
delicia de su sencillez. La ñamera nos mira en línea recta y nos invita
a la renuncia de la vertical y a huir de las estrellas y de la estremecida
tensión de las alturas.
Ancha, redonda, verde y satisfecha es envidiable su felicidad
jugosa de muerte feliz, su renuncia a lo alto, y su baja sonrisa,
humilde, casi a flor de tierra. Lección de suavidad serena la suya,
de rotundidad de lo mínimo y sencillo. Si tienes, caminante, el alma
seca porque el dolor te haya bebido los jugos de su fragancia,
aprende lo que la ñamera de la Plaza del Charco te muestra en su
vida simple, uniforme, sin pretensiones; pero si no quieres o no puedes
renunciar a las estrellas, sólo te dará envidia y agonía advertir
que, mientras te quemas en la paramera de tus verticales inalcanzable,
ella se sonríe tranquila en su menudo y jocundo verdor de
horizontales, sin riesgos ni ambiciones".
(Madrid, 1951).
María Rosa ya tiene cien años y todos nos alegramos. Una exposición en el antiguo convento de San Agustín, en su Tacoronte natal, rinde tributo a la vida y obra de una tinerfeña excepcional, de una intelectual centenaria. Cien años de perseverancia y de lucidez.
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