lunes, 23 de septiembre de 2013

BOMBEROS

Fue siempre el más predispuesto para la organización. Actuó como portavoz reivindicativo cada vez que la ocasión lo requería. Jamás escatimó esfuerzo ni eludió los riesgos cuando el siniestro amenazaba con extenderse. Estudioso de cada escenario y de las innovaciones mecánicas y tecnológicas que iban surgiendo. Por encima de todo, profesional y compañero.
            Pues se acaba de jubilar Domingo Bello Hernández, el último de los diecinueve bomberos que componían el plantel de la Mancomunidad del Valle de la Orotava cuya puesta en marcha hay que situar en julio de 1970, después de la creación de la entidad supramunicipal el 6 de diciembre de 1967 para afrontar la solución de los problemas comunes de las  localidades que la integraban, La Orotava, Los Realejos y Puerto de la Cruz (Años más tarde, se incorporaría Santa Úrsula). La Casa de socorro, el Servicio contra incendios y la Recogida y tratamiento de residuos sólidos fueron las tres materias de las que habría de ocuparse la Mancomunidad. Lo hizo con desigual resultado.
            Pero es Domingo Bello, que entró por oposición en julio de 1978,  al que le ha correspondido poner punto final a la trayectoria de una plantilla ejemplar que luchó, sobre todo, contra las limitaciones para poder desempeñar su trabajo. Técnicas y financieras. Los bomberos fueron de la Mancomunidad hasta 1992, año en que pasaron a serlo del Consorcio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamentos del Norte. En esa estructura se mantuvieron hasta el 1 de julio del año 2000, pasando a integrarse en el Consorcio Insular, hasta nuestros días.
            A pesar de todo, cumplía. Como cumplieron sus compañeros, capaces de auténticas hazañas y dotados de una singular pericia para actuar en hoteles, edificios de apartamentos, viejas casonas, fincas, montes, bosques y acantilados. Estuvieron, por citar algunos, en los incendios forestales de Tenerife y La Gomera de los años ochenta, de la oficina de turismo (enteramente de madera) de la plaza de la Iglesia, de la casa de los Pérez en la calle Santo Domingo, en la casa parroquial de La Orotava, en la iglesia de la Concepción de Los Realejos y en la Casa del Pueblo del Puerto de la Cruz.
            Domingo Bello, bombero vocacional, se marcha con la moral alta del deber cumplido, después de haber sido representante de los trabajadores y responsable de logística del Consorcio Insular. Entre otros reconocimientos, conserva el del CIT portuense en 1988. Formó parte de un cuerpo humano y profesional que le dispensó, por sus cualidades y conocimientos, respeto y afecto. Un cuerpo que salvó vidas y palió algunas catástrofes. Esto es lo más importante, lo que puede contemplar con mayor satisfacción ahora que ya goza de la jubilación.


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