miércoles, 22 de enero de 2014

UN TRIBUTO EN VIDA PARA SAAVEDRA

Los que hemos tenido el privilegio de trabajar a su lado siempre apreciaremos el hecho de haber sido escuchados. Alguna explicación, criterios, algún chisme, frecuentes consultas, justificaciones, planteamientos… Y él, siempre atento: para discrepar, para precisar, para evidenciar, para despachar, para absorber o para seleccionar… Pero poniendo atención en cada momento, liberado de prejuicios, tolerante sin igual. Un rasgo de su forma de ser, una cualidad para acentuar el respeto hacia su figura humana, política e intelectual.
            Siendo escuchados, también aprendíamos, de ahí el valor de cada conversación, de cada ocasión que hubo para hacer lo que procediera, hasta el punto de improvisar alguna solución tras un cruce de miradas o un cuasi imperceptible gesto en la cercanía o en la distancia.
            Quizá por eso, una razón principal, se ganó el afecto de tanta gente, entre la que cabe incluir no solo los adversarios políticos y los críticos de sus numerosísimas decisiones sino los compañeros de su propia formación política. Aún recordamos cuando periodistas y profesores reían en torno a un adverbio que brotó como un recurso (‘jerónimamente’ hablando); o cuando en reuniones orgánicas alguien le reprochaba afanes ‘viscontinianos’ y otro le atribuía estar abducido por tendencias megalómanas y él, sin mover un  músculo mientras oía aquellas lindezas y reprobaciones, se sumaba a las carcajadas con otro vocablo alusivo a los presentes y respondía de forma indirecta soltando alguna carga de profundidad.
            Quizá por eso escogió a Ulpiano y sus sencillos códigos de conducta para sustanciar la alocución que dirigió después de que una sala polivalente del auditorio ‘Alfredo Kraus’ quedase rotulada con su nombre para la posteridad por iniciativa del alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, refrendada por los representantes de las instituciones que tutelan el recinto. Un tributo en vida, como tiene que ser, pero que no es fácil de cosechar y ejecutar. Hasta bromeó el alcalde, después de reconocerle como padre del Festival de Música de Canarias: “De todas las inversiones que hiciste con el Plan Zapatero, ésta es la más destacada”. El coordinador del área de Cultura del Cabildo Insular de Gran Canaria, Larry Álvarez; y el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, expresaron otras consideraciones de reconocimiento a la personalidad del agasajado que confesó sentirse colmado, “lo máximo que podía esperar”.
            Trazó en pocos minutos su trayectoria existencial, tan pegada a la música desde que sus padres le inculcaron los valores inspirados más en el oír que en el hablar, robustecidos luego por los principios de la Revolución francesa. Como siempre ha hecho, para evitar encasillamientos, y con ese aperturismo que abonó sin reservas, trascendió las fronteras de la música clásica porque otras corrientes, otros géneros y otros estilos que convergen en el auditorio y en aquella sala imprimirán la universalidad musical que ha contrastado con directores, compositores, intérpretes y críticos.

            Oyendo, escuchando… Esta vez, hasta el imponente silencio con que fueron seguidas sus palabras se dejó sentir. Todo se sumaba para enaltecer aquel compromiso constante de Jerónimo Saavedra, el canario de las siete islas, con su tierra, con la política, con la cultura… y con la música. 

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