sábado, 4 de enero de 2014

VAYA SUERTE LA DEL PUERTO

Que nos perdonen los participantes pero debió tener ribetes de astracanada la reunión convocada por el Círculo de Empresarios del Norte de Tenerife, el penúltimo día del año pasado en un hotel del Puerto de la Cruz. Bien es verdad que por lo publicado y por algunas versiones que circulan, la farsa se trocó en realidad, o por lo menos se aproxima y es de agradecer que la controversia que ha envuelto durante los últimos años al proyecto de infraestructura marítima en la ciudad -una vieja aspiración, sin duda- empiece a dejar de serlo, siquiera para dejar de alimentar falsas expectativas e ilusiones vanas. Y malestar ciudadano, todo hay que decirlo.
Ni línea marítima con La Palma ni operaciones de ferries o cruceros y unas instalaciones similares a las de Garachico: ese era, en titulares, el resumen de la reunión. Los anuncios hechos por el presidente del Cabildo Insular, Carlos Alonso, debieron descomponer al alcalde Marcos Brito, sentado a su lado, y a muchos de los asistentes que creían no ya en la viabilidad del proyecto sino en que éste representa una panacea para el futuro económico y social de la ciudad.
Un fiasco, pues, rotundo y morrocotudo, del que no nos alegramos, sinceramente, aunque pudiéramos esgrimir que las conclusiones ya fueron avanzadas por quien suscribe hace algún tiempo. Las frecuencias marítimas basadas en tráfico de pasajeros no son rentables; los atraques de buques de determinadas características deben ajustarse a rutas y puertos adecuados; los rasgos del mar del norte no favorecen (al menos en una época del año) y para tener otro Garachico, aunque los propietarios de yates y embarcaciones se puedan molestar, pues no es plan. Y la gran cuestión: por el mar no llegan los turistas ni se reactivará la economía productiva.
Bien, dicho esto, fijémonos en algunos aspectos de la reunión que llaman la atención. Primero, el proyecto en sí mismo, encargado por el Cabildo Insular, con la bocana orientada al naciente, según fotocopias o reproducciones de planos de las informaciones publicadas. El presidente de la misma institución obvia que cuando ésta era competente en esa infraestructura, el anterior presidente encargó un proyecto que generó acuerdos tanto en la administración insular como en la local. En la primera redacción, en efecto, estaba enfocada hacia el poniente, hacia Playa Jardín-Punta Brava, para entendernos. Costas rechazó este modelo por entender que las operaciones y el movimiento de buques perjudicarían esa zona natural de baño y sus escolleras semisumergidas.
Segundo, ¿de quién es o será el puerto, si es que alguna vez se construye, a la vista de las declaraciones del presidente del Cabildo? En abril de 2003, fue declarado de interés general por el Gobierno de Canarias, por lo que la autonómica pasó a ser la administración competente. El gobierno insular desoyó el primer proyecto y se sitúa ahora, aparentemente, como el organismo competente. Sería muy conveniente y positivo, ocurra lo que ocurra, que se esclarezca la duda, no sea que se dé lugar a un conflicto de competencias sobre hechos consumados en los que siempre hay margen para el entretenimiento y la confusión, amén de si supera la nueva orientación la prueba de Costas.
Y en tercer término, vamos con otra cuestión de fondo ante la que hay que estar muy vigilantes: los terrenos del actual campo de fútbol El Peñón, que eran de titularidad municipal, añadidos los de la explanada, reservados en su día en el planeamiento para la realización de un proyecto de parque marítimo cuya titularidad correspondía al Ayuntamiento mediante una concesión administrativa de Costas.  El solar de la explanada ganada al mar, efectivamente, estaba defendido por una escollera construida con fondos propios de importe superior a los ochocientos millones de las pesetas de los años ochenta. Todo eso formaba parte del patrimonio municipal y que ahora mismo, sobre el papel, se ha evaporado sin ninguna contraprestación para los portuenses. ¡Vaya gestión brillante!
¿Por qué hay que estar atentos? Pues porque se trata de evitar especulaciones en el marco de una solución que, teóricamente, debe ser buena para el municipio y los intereses generales. El parque marítimo es necesario: tiene que ser a la ciudad lo que fue el Lago en los años setenta y ochenta, o sea, un complejo productivo, con atractivos suficientes para funcionar todo el año, a ser posible, las veinticuatro horas del día. Luego, hay que saber muy bien cuál va a ser su contenido. Es lógico que la gente se asuste cuando ha escuchado o leído lo del centro comercial (¡otro más!: no ha habido mucha suerte en el municipio con esta fórmula). Ese contenido, independientemente de la conexión fehaciente con el puerto a construir y de la dotación de aparcamientos, debe estar acompañado de un serio estudio de mercado y de una planificación que tenga presente el impacto sobre el comercio y la industria local. Eso y más es lo que hay que fiscalizar porque, supuestamente, estamos ante una decisión estructurante de clara incidencia en la ordenación del litoral y en la actividad social y económica de la ciudad de los próximos decenios. Los portuenses deben exigir transparencia en la tramitación de este asunto: se va a construir sobre algo que es suyo, que tiene su valor y que no puede desmerecer tal como están las cosas en la maltrecha economía municipal.
P.S.- Cuando habíamos escrito que la astracanada igual nos acercaba definitivamente a la realidad, resulta que el gobierno local, con el alcalde a la cabeza, como gustaba decir en el pasado, aparece en la escena expresando su disconformidad con el giro y las previsiones que se tienen sobre el puerto. Y aunque nada tenga que ver con lo que nos ocupa, el presidente del Cabildo Insular, casi al unísono, como si fuera para compensar o templar gaitas, suelta, con aires de ocurrencia pues, que el casino de juego puede volver al Taoro, si se acomete, claro, la actuación por la que hemos venido abogando desde hace años. ¿Dice algo el Consorcio al respecto?

Como éramos pocos… Vaya suerte la del Puerto. Siga la astracanada.

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