El último ejemplo, aunque
aparente un absurdo -o una estupidez, como ha publicado algún medio- lo tenemos
en la decisión de los editores de los telediarios de RTVE de no cubrir el acto
de presentación de la última entrega de un clásico del género ‘comic’ en
España, Mortadelo y Filemón. Lo protagonizaba el autor de los celebérrimos
personajes, Francisco Ibáñez, 79 años, quien, como se sabe, padeció censura y
exclusión durante el régimen preconstitucional. Décadas después, aquella
historia se ha reeditado cuando noticieros de la televisión pública no
insertaron información sobre la figura de “El tesorero y el Partido Papilar”
con la que Ibáñez ha ironizado, en otro ejercicio de divertimento social de su
densa trayectoria. Dirán que no ha habido censura tal sino que el asunto no
entrañaba suficiente entidad periodística, pese a que sí le dedicaron breves de
referencias en otras cadenas de la misma casa.
El caso es que, después
de conocer el diagnóstico de seis organizaciones no gubernamentales
internacionales sobre el ‘El estado de la libertad de prensa en España 2015’,
la decisión de los editores reaviva la preocupación por un problema del que ya
nos hemos ocupado. El diagnóstico, en efecto, solo viene a confirmar algunas de
las apreciaciones que hemos venido plasmando con ánimo crítico, conscientes de
que es una cuestión que repercute en el sistema democrático mismo, en la
convivencia plural y en uno de los pilares que la sustenta. Desgraciadamente,
se han ido concatenando situaciones que, con mayor o menor presión de los
poderes públicos, y con distinto nivel de consecuencias, reflejan límites,
frenos y obstáculos a un principio o a un derecho constitucional. Paradójicamente,
en algunos casos, se da una mayor permisividad con lo que está al margen de la
ley. Y se sabe.
Una de las seis organizaciones aludidas es la Federación
Europea de Periodistas (FEP) que expresa la desazón que producen algunas
determinaciones de la actual dirección de RTVE, “muy criticada -señala en el
Informe- tanto dentro de la corporación como fuera de ella por decisiones que
se han interpretado como limitaciones a la independencia editorial”.
Lo cierto es que, entre unas cosas y otras, la credibilidad
de la televisión pública española ha ido mermando considerablemente. Baste
remitirse a los índices de audiencia: RTVE viene perdiendo la batalla de los
informativos que pasaron de ser los mejores del mundo a espacios manipulados,
de contenidos sesgados, con un grado de influjo político muy elevado.
Pero, bueno, lo preocupante es que con ello contribuya a
engrandecer esas sombras sobre el estado de la libertad de prensa en nuestro
país. Hay que erradicar las prácticas de censura indirecta. Y si se suceden
sobre tratamientos irónicos de situaciones como la de la financiación durante
lustros del partido gubernamental, más preocupante todavía.
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