viernes, 24 de junio de 2016

BOTÁNICO PARALIZADO

Andaban muy contentos días pasados en el gobierno local del Puerto de la Cruz con el acabado de un remozamiento en una curva de la variante de la carretera del Este, contigua a la ampliación -eterna ampliación- del Jardín de Aclimatación de La Orotava, popularmente conocido por Jardín Botánico. De acuerdo en que anda necesitado de ofrecer algo que proyecte de alguna manera la gestión, mas la obra -aunque haya sido ejecutada por el Cabildo Insular- no tiene mayor entidad que la de ver mejorado un entorno que llevaba abandonado muchos años, es verdad, y ahora luce un aspecto más decente.
Pero desde el distribuidor de la autovía, próximo al reactivado empaquetado, la visión del espacio ampliado es desoladora. Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones: quienes circulan a diario -hablamos de una de las carreteras más transitadas de la isla- ya se han familiarizado: es una prolongada estampa de desidia, acentuada por los muros de piedra exteriores, ya concluidos. Turistas que hayan repetido visita durante los últimos años, impresión negativa que habrán almacenado. Ciudadanos que pasan, ven, mueven la cabeza o se preguntan qué pasa con esto o cuándo lo terminarán, descontento y crítica servida en bandeja. Escombros amontonados, muros inconclusos, desechos entremezclados, maleza, residuos…

Porque es demasiado tiempo, en efecto, el de las obras inacabadas de ampliación del Botánico, el segundo en antigüedad de toda España cuyos orígenes hay que situar en el reinado de Carlos III. El Jardín es resultante de las actividades desarrolladas durante la Ilustración o el Siglo de las luces. En un interesantísimo trabajo, el que fuera jefe de la Unidad de Botánica del recinto, Arnoldo Santos Guerra, revela que la Real Orden para el establecimiento fue firmada en el palacio de La Granja (Segovia), fruto de las gestiones hechas por Alonso de Nava y Grimón, apoyadas por el ministro de Justicia, Porlier Sopranis. Al fallecimiento de Carlos III, la memoria y los planos de que se disponía fueron remitidos por Nava a la Corte para el emplazamiento definitivo y la construcción del Jardín, hasta que fueron aprobados por el sucesor, el Rey Carlos IV.
            En la historia más reciente hay que consignar el uso deportivo transitorio, la utilización como helisuperficie, la preservación en los respectivos planeamientos de los terrenos para la concreta finalidad de ampliación y la realización discontinua del proyecto mediante consignaciones plurianuales en los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma y de otras instituciones públicas. Pero tal realización ha quedado incompleta. Ya es hora de un empujón: que alguien con capacidad de gestión se ocupe de este asunto con tal de desbloquear las obras paralizadas que consistirían en la dotación de vegetación a la zona circundante al área de agua y en la habilitación de la conexión de acceso desde el recinto original. Quedan también los equipamientos del centro de visitantes y de los servicios interiores complementarios para los que se ha pensado en una gestión externa.


            Ojalá fructifiquen los propósitos. Se trata de no extender la estampa de parálisis y abandono y de una asombrosa resignación derivada- tan visible desde la autovía hasta lograr que algún día sea recurso científico-turístico de primer nivel.

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