sábado, 18 de junio de 2016

EL ESPEJO DEL TIGAIGA

El hotel Tigaiga, en el parque Taoro del Puerto de la Cruz, vuelve a ser noticia, esta vez con motivo de la finalización de sus obras de renovación integral, incluidas en el Plan de Modernización y Mejora del Municipio (PMM), iniciativa del Consorcio para la Rehabilitación Turística, donde deben estar contentos, por cierto, cuando ven estos frutos.
         El establecimiento ya conoce de mejoras. Sus actuales propietarios, los hermanos Talg, han prolongado la vena sensible de de su padre y abuelo, quienes ya se esmeraron a fondo para que el Tigaiga estuviera siempre de punto en blanco. Cada año, en efecto, antes de comenzar el verano, afrontaban los trabajos de remozamiento: reparar, pulir, abrillantar… para que el hotel reabriera sus puertas y pareciera nuevo a estrenar. Eso que llamamos los detalles.
         Y así ha ido el Tigaiga ganándose la fama. Y los premios y las distinciones que colecciona no solo para enriquecer la oferta sino para acreditar que un clásico está en un proceso constante de renovación sin dejar de ser un clásico. Las tres generaciones de Talg, además, inculcaron al personal los valores que complementaban sus reclamos: atención, servicio, amabilidad, cercanía… Los clientes eran los primeros en agradecerlo. Cuando cruzaban las puertas y dejaban las maletas en recepción, la escena se repetía:
         -Bienvenidos, señores Leary-, decía el recepcionista, sonriente, desde el mostrador y con las llaves en la mano.
         -¡Oh!, gracias Luis, otra vez en casa-, respondía chapurreando español míster Leary, que repetía visita, claro, y ya se conocía los nombres de los profesionales.
         Ese ha sido otro secreto del Tigaiga. El trato dispensado a sus clientes, algunos de ellos muy famosos, como Gerhard Schroëder, quien disfrutara de sus navidades antes de asumir como canciller de la República Federal de Alemania.

         Lo demás, ya es conocido: quietud, sosiego, restaurante de nivel, jardines, cuidado medio ambiente… todo lo que se precisa para disfrutar en un entorno inigualable. El Tigaiga, desde luego, es un espejo en el que mirarse para cualquier renovación que se precie.

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