lunes, 16 de octubre de 2017

¿CÓMO TERMINARÁ TODO ESTO?

Cuando el dinero sale por la puerta, la independencia salta por la ventana, si se permite la asimilación del refranero. Ya hubo algún amago, el mismo día de la pseudovotación que nadie se atreverá a homologar: cuando el Barcelona jugó con Las Palmas a puerta cerrada en el Camp Nou para no verse privado de los puntos.
El caso es -a la espera de lo que suceda hoy, en otro día calificado como decisivo aunque luego no se decida nada- que el capricho empecinado del nacionalcatalanismo está generando todas las incertidumbres derivadas de la salida de las empresas del territorio, de la caída del consumo y del freno al crecimiento turístico, especialmente en Barcelona. Tal es así que el presidente del Banco de España ya ha advertido con claridad del riesgo de corralito si se materializa la independencia, con lo que Catalunya no tendría acceso a la financiación del Banco Central Europeo (BCE) y su salida del sistema euro sería prácticamente automática. Los vaticinios sobre las pensiones y su viabilidad futura no son mejores: ¿quién las pagara?
Panorama delicado y complejo, pues. Standard & Poor's (S&P), una de esas agencias de calificación crediticia que siempre aparece cuando hay coyunturas económico-financieras que ellas mismas contribuyen a forjar, ha alertado de la posibilidad de que Catalunya entre en recesión el próximo mes, cuando el Gobierno de la Generalitat tenga que hacer frente a préstamos bancarios que superan los doscientos noventa millones de euros.
Las turbulencias catalanas producen, según los expertos, un menor ritmo de crecimiento en el resto de España, circunstancia que se puede acentuar en caso de nuevas elecciones ya que la incertidumbre política y económica podría llevar a una “sostenida caída en la confianza de las empresas y consumidores y una potencial interrupción de los negocios”, según señala S&P. Recordemos que el Gobierno de España no ha ocultado que las previsiones de crecimiento para 2018, de persistir estos condicionantes, se sitúan por debajo del 2,6 %.
“El turismo se hunde en Cataluña”, es el titular de una información periodística que refleja la desazón que ya predomina en círculos empresariales y sectores profesionales. Las reservas caen un 50 % y la hostelería, un 30 %. Son porcentajes inquietantes, desde luego. La patronal catalana Foment del Traball también ha insistido en “la grave situación social y económica” que vive Catalunya y advierte de claros riesgos de insolvencia económica.
La situación es particularmente delicada en la Ciudad Condal, donde padecen las consecuencias acumuladas del conflicto propiciado por la ordenanza de ocupación de vía pública, la aparición -en algunos casos, violenta- de la turismofobia y los atentados de agosto en las Ramblas. Al descenso apuntado del 50 % en las reservas hay que sumar la visible caída de la actividad hotelera. Tan solo en Barcelona hay setenta mil empleados en este sector. Las anulaciones de reservas y las cancelaciones de eventos por parte de grupos, particulares y empresas reflejan lo que ya algunos consideran un caos.
Cómo será de preocupante, que muchos hoteleros están dejando una carta en las habitaciones de sus clientes en la que explican que la ciudad funciona con normalidad, que es segura y que acoge eventos de todo tipo.
En definitiva, miren por dónde, el proceso separatista lleva camino de hacer realidad el sueño de los turismófobos. Cuánta razón en la pregunta del amigo catalán: ¿Cómo terminará todo esto?


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