miércoles, 30 de mayo de 2018

¡GUERRA AL PLÁSTICO! (y II)

La prohibición del plástico en determinados productos es una de las nuevas normas que introduce la Comisión Europea para intentar reducir la presencia de ese material que, como escribimos ayer, representa el 85 % de la basura marina. Los productos de plástico de un solo uso no podrán comercializarse cuando haya alternativas fácilmente disponibles y asequibles. Se aplicará la prohibición a estos productos: platos, cubiertos, pajitas, agitadores de bebidas, bastoncillos de algodón y palitos de globos de plástico, que deberán estar fabricados exclusivamente con materiales más sostenibles. Los recipientes de bebidas de un solo uso de plástico solo podrán comercializarse si sus tapas y tapones permanecen unidos a ellos.
La Comisión Europea tiene claro que los Estados miembros habrán de reducir el uso de los recipientes alimentarios y de los vasos de plástico. Los fabricantes contribuirán a cubrir los costes de la gestión y la limpieza de residuos, así como de las medidas de sensibilización relacionadas con los recipientes alimentarios, los envases y envoltorios, los recipientes y vasos de bebidas, los productos del tabaco con filtro, las toallitas húmedas, los globos y las bolsas de plástico ligeras. Igualmente, los Estados miembros estarán obligados a recoger el 90 % de las botellas de bebidas de plástico de un solo uso de aquí a 2025 mediante sistemas de consigna, por ejemplo.
Importante es lo dispuesto sobre requisitos de etiquetado, exigidos a algunos productos que deberán llevar una etiqueta clara y normalizada que informe sobre el modo de eliminación de los residuos, su impacto ambiental negativo y la presencia de plásticos en ellos. Este requisito se aplicará a las compresas higiénicas, las toallitas húmedas y los globos.
Los países integrantes de la Unión Europea tendrán que poner en marcha otras medidas de sensibilización entre los consumidores. Los efectos de tirar plásticos de un solo uso y artes de pesca, así como la disponibilidad de sistemas de reutilización, han de ser vigilados en la que se vislumbra como una ingente tarea a cargo de la Administración y de los ciudadanos.
Está claro que los residuos de plásticos son nocivos y significan un auténtico derroche al que hay que poner fin. Las instancias europeas, aún a sabiendas de lo difícil que resulta la concienciación, confían en que se repita el éxito de la Directiva de 2015 sobre las bolsas de plástico que tuvo una acogida muy favorable y surtió efectos muy positivos tal fue el comportamiento de los consumidores.
Y en Canarias debemos estar muy atentos. Hace escasas fechas, el periódico El País publicaba un interesantísimo reportaje firmado por Manuel Planelles y que titulaba El paraíso canario donde acaba nuestra basura. Aludía al parque natural del Archipiélago Chinijo, al parque marítimo terrestre más importante de Canarias y la reserva marina más grande de Europa. Planelles subraya el testimonio de Alexis Rivera, biólogo y técnico de la organización ecologista WWF en las islas Canarias: “Aquí llega la basura del planeta”, le dijo en La Graciosa, en la paradísiaca playa del Ámbar, en la isla La Graciosa. Algunos datos son escalofriantes: en 1950, la producción mundial de plástico rondaba los 1,7 millones de toneladas. En 2016, la compañía PlasticsEurope registró hasta 335 millones de toneladas. Al significativo aumento, hay que añadir el corto ciclo de vida de muchos productos plastificados y la bajas cifras de reciclado. Citando fuentes de la Comisión Europea, tan solo un 30 % de los residuos de plástico de la Unión Europea son recogidos para ser reciclados. ¿Y dónde termina lo que no se recoge? Muy sencillo, a menudo, en el mar y en las playas.
Sobre la misma playa graciosera, ha elaborado un minucioso trabajo la investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y su equipo, Alicia Herrera. Sus registros, también reflejado en el reportaje, no son menos impresionantes: el 52,7 % de las muestras recogidas en la arena eran de fragmentos plásticos y un 35,6 %, de petróleo. “Cantidades alarmantes de basuras marinas menores de cinco milímetros (microbasuras); y de cinco milímetros a dos centímetros (mesobasuras) durante todo el año”, se señala en la investigación que concluye con que se trata de una de las playas canarias que mayor acumulación presenta por su orientación.
Más datos reveladores de un problema de envergadura: en cada temporada de voluntariado, se recogen entre 4.500 y 6.000 kilos de basura en todo el parque. Hay que sumarlos los 20.000 kilos que, por su parte, recoge el Organismo Autónomo Parques Nacionales, dependiente del ministerio de Medio Ambiente, propietario del 98,5 % de la superficie que ocupa la isla La Graciosa, casi dos mil setecientas hectáreas.
Alexis Rivera, uno de los protagonistas de este reportaje, es rotundo: “El parque es muy frágil y si las visitas no se hacen de forma controlada, pueden afectarle”. Así que bienvenidas sean las directivas y de las disposiciones de la Comisión Europea -y de los Estados miembros- antes de que paraísos como el de la playa graciosera se conviertan en vertederos y espacios irrecuperables.
La guerra al plástico está declarada. Pero hay que ganarla.

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