martes, 1 de mayo de 2018

LA DESIGUALDAD PREDOMINANTE EN EL 1º DE MAYO

No esperen hazañas ni milagros ni nada por el estilo. Aquel 1º de mayo masivo, reivindicativo, solidario, respuesta presencial contundente a los desequilibrios, a las injusticias y a las precarias condiciones laborales, a la disconformidad con el subempleo, aquel clamor popular en demanda de trabajo para todos o de mejores salarios, esa conmemoración ya es historia. Queda poco o nada de romanticismo, de la identificación con lo que simbolizaba una fecha esencial en la historia de la clase obrera y también de la democracia española. Ni la crisis -aún no superada en varios ámbitos- estimuló la expresión callejera de los trabajadores. Y así, el día festivo fue aprovechado para otros menesteres, incluso por quienes a lo peor también se encontraban en circunstancias menesterosas. Puede que, igualmente, más de un enemigo del obrerismo o de la progresía, y hasta en situación de paro, lanzara sus denuestos. El sol siempre dejó un rayo para los contradictorios.
En esta fecha, pues, sin hazañas pero con preocupaciones y carencias, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) nos recuerda que los descensos del paro en nuestro país se ven contrarrestados con el aumento de los empleos vulnerables. Con empleos impregnados de altos niveles de precariedad y de inseguridad, con elevados contratos temporales y de notables ingresos irregulares, además de una menor protección social.
En efecto, la OIT pronosticaba para el presente año un incremento de los empleos vulnerables en todo el mundo, de manera que ya afectan al 43 % de trabajadores y trabajadoras, o sea, a siete puntos de la mitad de la clase trabajadora. Son unos mil cuatrocientos millones de personas quienes padecen esa vulnerabilidad. Si el crecimiento económico mundial fue del 3,6 % el año pasado y las expectativas para 2018 eran mantener ese porcentaje, cabe cuestionarse por su utilidad cuando gran parte de la población no aprecia o no goza en sus condiciones de vida de los supuestos beneficios. Y otro soporte de duda: si en 2017 hubo ciento noventa y tres millones de desempleados, la previsión para el año próximo es más o menos igual. ¿Cero parados menos en dos años?
En el último Foro Económico Mundial, en Davos, fue dado a conocer un dato escalofriante aportado por OXFAM, una confederación internacional formada por diecisiete organizaciones no gubernamentales nacionales que llevan a cabo tareas humanitarias en noventa países: solo ocho personas ricas poseen tanta fortuna como la suma de los ingresos de los tres mil sesiscientos millones de personas más pobres de la Humanidad. En la ciudad suiza fue reconocido que el 1 % más rico de la población posee más que el 99 % restante de los habitantes del planeta.
En España, el panorama es inquietante. El régimen retributivo de los trabajadores es aún inferior a los ingresos de los trabajadores al principio de la crisis. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los salarios de 2008, cuando se inició la recesión, fueron superiores a los de hoy, unos quinientos sesenta mil millones de euros. En diez años, los trabajadores españoles no han conseguido más salario sino que ha perdido. El cálculo que se hace, ateniéndonos a los registros del INE, es que si los sueldos se hubieran actualizado con arreglo a la inflación, los trabajadores hubieran ganado treinta y siete mil millones de euros más, o sea, el 3,5 % del Producto Interior Bruto Anual (PIB).
Estos son los datos contra los que hay que luchar. Pero, sin arrojar la toalla, no aguardemos hazañas ni milagros. Al menos, que se sepa.

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