jueves, 10 de mayo de 2018

INFORTUNADA EXPRESIÓN


Con la que está cayendo pues casi no es noticia que la secretaria de Estado de Comunicación, la responsable en La Moncloa, Carmen Martínez de Castro, haya lanzado un exabrupto mientras trabajaba junto al presidente Rajoy: “¡Qué ganas de hacerles un corte de mangas de cojones y decirles os jodéis!”, dijo mientras los pensionistas reclamaban unas pensiones dignas y afeaban la conducta de la corrupción al Partido Popular.
Está el personal acostumbrándose a este tipo de lenguaje político, de modo que la televisión pública llegó a silenciar la exclamación grabada, que no quiso enterarse, vamos. Hombre, viniendo de quien venía, podían haber dado quienes presumen de los informativos más vistos lo que se dice un toque de atención, a ver si la señora Martínez se daba cuenta del valor de las formas en un cargo público, máxime si además tiene responsabilidades en políticas de comunicación de un ejecutivo. A ver si la secretaria de Estado asume la máxima de ver, oír y callar, o hablar en público según qué cosas y en qué momentos. Debió percatarse o debieron llamarle la atención cuando medio reconsideró lo que manifestó al día siguiente. Claro que el daño ya estaba hecho y afirmaciones así difícilmente tienen reparación.
“¡Qué ganas...!”, es decir, deseando. Luego, desahogó la intención. Lo siguiente no merece más comentarios: ese lenguaje de mala educación, de taberna y tente tieso ya es conocido en algunos representantes públicos del partido gubernamental, proclives a la bronca o la algarada. ¿Recuerdan a la hija del condenado presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, cuando desde su escaño, en el curso de un debate en el Congreso, espetó aquel “¡Que se jodan!”, dirigido a los desempleados? ¿O aquel alcalde conservador que llamó “puta barata” a la portavoz socialista de Castilla-La Mancha? Y ya puestos, pocas frases tan expresivas como aquel “¡Manda huevos!”, de Federico Trillo, a la sazón presidente de la Cámara baja.
Un poquito de por favor. Mejor dicho: de educación y de respeto. Se puede tener un nulo apego a la puclritud lingüística pero en la dialéctica política hay que saber mantener las formas. No extrañe tanta desafección cuando no se tienen buenos modales y cuando se dicen en público auténticas barbaridades. Cierto que estas expresiones revelan por sí mismas la catadura de los personajes que las pronuncian pero hay que reprobarlas en la sana confianza de que no se van a repetir y de que algún jefe o alguien del entorno, con un mínimo de auctoritas, llamará la atención y hará ver que con ese tipo de afirmaciones no se va a ningún lado. Y menos creyendo que ninguna cámara o ningún dispositivo las habrá grabado.
La señora Martínez de Castro, desde luego, ha contribuido con su deseo de joder y con sus cortes de mangas nonatos, a que su partido no sume y mucho menos, entre los pensionistas que solo defienden lo que entienden que les pertenece. Ya elevó su propio descrédito para los restos. Aunque el paso del tiempo lo deje en anécdota.

No hay comentarios: