Pasan las horas, que ya son días, y no se conoce la respuesta del Partido Popular (PP) a lo que significa la votación de sus representantes en el Congreso de los Diputados a la reforma de la Ley de Extranjería que posibilitar la acogida obligatoria de menores migrantes entre comunidades autónomas en caso de emergencia humanitaria, como la que vive actualmente Canarias y Ceuta.
Es un denominador común: muchas y muy convincentes debían ser la explicaciones para justificar, antes de que se desencadenara otro episodio de imprevisibles consecuencias, aunque nadie quiera mover ficha para que se cumpla aquello de ‘virgencita, que me quede como estoy’.
Pero nada volverá a ser igual después de tantas negativas a contribuir a solucionar o mitigar este problema. Es una manifiesta prueba de insolidaridad, cuando menos. Y cuando se anteponen los intereses partidistas a los generales -y al interés superior del menor, principio también invocado en el discurso del partido conservador- pues cabe acentuar las dudas.
El PP habrá hecho un mapa/cálculo de daños y considerará que son llevaderos y soportables y que es preferible seguir soportando las secuelas de la alianza con la ultraderecha, plasmada incluso en algunas corporaciones locales. Habrán incluido, posiblemente, la desmemoria del personal y hasta los favorables vientos mediáticos de las islas, donde con otros implicados, el estallido se hubiera escuchado en (casi) todos los rincones.
Pero el estigma es inevitable. Y tendrán que cargar con él, con su peso de desgaste, de disciplina partidaria (antes que el interés superior del menor), con las excusas y disculpas esgrimidas sin ton ni son, con su pérdida de tiempo… y con sus silencios de ahora, tan difíciles de digerir.
La reforma de la Ley de Extranjería, su aprobación, es un hecho histórico. Estaba en juego la reubicación de al menos cuatro mil menores que hasta ahora estaban acogidos en las islas tras esa tragedia que significa abandonar sus casas, sus países, sus familias… y jugarse la vida ‘malnavegando’ en el Atlántico, quien sabe si también cruzando los desiertos.
Pero todo eso, al PP parece que le da igual.
Y pensarán que el silencio es rentable.
Ya no tienen más tiempo, ahora habrán de ir a remolque.
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