La presidenta de Coalición Canaria, Claudina Morales, ha sido de lo más sensata en la controversia suscitada con unas afirmaciones del concejal de su misma formación política (CC) en Santa Cruz de Tenerife, Hilario Rodríguez, en las que destapaba el 'antigodismo', amenazando con apedrear (sic) a quien por lo visto discrepó en público de las formas y del fondo del ya célebre Plan General de Ordenación (PGO) de Santa Cruz de Tenerife.
Morales fue clara y terminante a la hora de "no justificar las declaraciones" de Rodríguez: por muy fuera de tono que las caracterizara, no debería apoyar actos violentos.
Así de sencillo. Lástima que las afirmaciones de Claudina Morales aparezcan allá por el último párrafo de la información periodística, en práctica consonancia con el perfil bajo que ha merecido el tratamiento del hecho en muchos medios: un concejal, un representante del pueblo, amenazando, en amplificador radiofónico, con apedrear (sic) a un ciudadano disconforme con una decisión. Casi nada.
Luego, cuando se destapó el hecho y fueron advertidas las circunstancias y las consecuencias, vino lo de siempre: que si el sentido figurado, que fue en plan coloquial, que se ha sobredimensionado, que disculpas por si alguien se sintió ofendido, que no hay que otorgarle mayor importancia...
Miren, no: ningún edil, por mucha representación popular que ostente, está legitimado para conducirse de esa manera. Ni en bromas. Ese tipo de manifestaciones es inaceptable y basta que cobren una mínima dimensión pública para ser reprochado de inmediato. De un representante de la sociedad se deben esperar muchas cosas y en la prolija relación esa de amenazar y comportarse agresivamente no figura, por supuesto.
Claro que el hecho es más grave si se contextualiza en la evolución de la sociedad que pierde valores un día y otro también. Habrá que reflexionar sobre los efectos de la aversión hacia el ciudadano de otras latitudes que suscita algún tratamiento periodístico en Santa Cruz de Tenerife. ¿Hasta dónde estas reacciones no vienen inducidas por esa denigración del "godo"?
Cuidado, ¡eh!, mucho cuidado: se está jugando con cosas que queman. ¿Es ese el sentido proverbial de la tolerancia y de la hospitalidad de las gentes de la capital tinerfeña? Cuidado, porque los daños pueden ser irreversibles.
Esa monomanía, ese fomento del rechazo sistemático al "godo", ese afán de hallar constantemente un enemigo para regodearse y justificar conductas, son inquietantemente peligrosos. Cuando expresamos que todo este chiste de la independencia se sabe cómo ha empezado pero no cómo va a terminar, sólo estamos planteando las dudas de los derroteros por los que circula una sociedad a la que parecen no bastar los problemas que ya tiene sino que alienta otros de muy pero que muy incierta resolución. Sobre todo, los derivados de cualquier violencia dialéctica.
Bien por Claudina Morales, la más sensata en este episodio.
Hilario... pues, ya entró en la historia. Aunque él no quisiera.
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