Así, en tono coloquial, en plan ocurrente, solemos despachar cualquier conversación de estos días que trascienda los tópicos festivos.
No tiene mayor importancia pero es llamativo. Tampoco es la primera vez que discurre el invierno sin que nieve en el pico pero el presente, con más horas de sol y con buen tiempo prolongado durante jornadas, hace que mucha gente termine añorando el frío. Las mujeres, como que quieren estrenar y lucir la ropa de abrigo. Se conforman con los menudos debidamente equipados porque los jóvenes prefieren también, incluso de noche, indumentaria ligera, todo lo más otoñal.
Y preocupante, es cierto, porque como que falta algo que se va a notar, de persistir la carencia, dentro de unos meses, cuando apriete el calor y desde mayo se note al campo sequito. Luego, los embalses que tienen menos agua para afrontar el estío. Y los cultivos, resentidos.
Claro que se suceden las imágenes de esa península, de esas comunidades afectadas por el frío polar que llega hasta la costa misma, y es probable que a más de uno se pongan los dientes largos. Pero, ¡qué quieren! Como que se prefieren las bondades climáticas de aquí, ese calorcito que permite hasta recibir el año en el Atlántico como hicimos unos cuantos el pasado 1 de enero, entre el asombro de extranjeros y visitantes.
Preocupante que el cambio climático esté no sólo alterando las estaciones sino produciendo estampas tan insólitas como el Teide desprovisto del níveo manto que la Agencia Efe distribuía puntualmente en una foto en la primera jornada del año. Como ésa o como cualquier infraestructura de transportes bloqueada: hoy los informativos han dicho que registraban veintidós bajo cero en Düsseldorf (con razón, dentro de nada, los alemanes que esperan a la embajada carnavalera dirán que ustedes han traído mejor tiempo) o casi menos cuarenta en Oslo. Más llama la atención que los británicos no dispongan de cadenas para las ruedas de los coches, con lo que las nevadas de estos días en Londres y otras ciudades causan más quebrantos todavía.
O sea, que entre la realidad próxima y las imágenes de esa Europa blanca y más blanca, también se puede decir que nunca nieva a gusto de todos.
Preocupante.
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