Ausentes de la ciudad, lo hemos sabido por Juan Cruz, quien siempre me preguntaba por él. Ha escrito Juan una bella glosa en su blog. Y no menos bella, desde luego, es la de su hermano Zoilo que ha volcado en cada frase, en cada línea, la verdad genuina del sentimiento fraternal.
José López Bonilla. Pero todos le conocíamos por Bonilla. Le vimos pintar, iniciar un cortometraje, leer a Kafka, tocar la guitarra, componer, trabajar en la notaría, jugar al fútbol... Hizo de todo en el pueblo que conocía detalladamente, aunque sus silencios y su discreción dieran a entender lo contrario. Un polifacético a su modo, y a su medida.
'Boni' era la bondad personificada.
Eran nuestros primeros años de bachiller, en el inolvidable colegio de segunda enseñanza "Gran Poder de Dios", cuando ya Bonilla mostraba sus inquietudes artísticas. Atraído por el cine y por la música, puso en marcha una suerte de productora (Elcipi, creemos recordar, junto a Perera González y Pérez Yanes) que llegó a iniciar el rodaje de un cortometraje. La escena de un atropello se filmó un domingo por la mañana en la intersección de las avenidas Venezuela y Colón, cuando aún no eran peatonales. El empeño de 'Boni' era merecedor de un buen acabado.
Una vez, en la plaza de la Iglesia, nos dijo: "Ven acá, repíteme esa estrofa. Tú tienes un oído del carajo". Debía estar vacilando, claro. Porque también estaba dotado de un fino sentido del humor en aquellos años sesenta en que intentábamos despegar y los mayores trataban de romper convencionalismos y anacronismos a base de imaginación verbal y 'golpes' de efecto.
Tocaba el bajo. Lo hacía francamente bien. Se esforzaba, pedía partituras y repetía acordes las veces que hiciera falta. A los chicos nos dio por seguir los ensayos prácticamente diarios en una vieja casona de la calle Doctor Ingram y también en un local del desaparecido Frente de Juventudes, a la espera de algún festival o de una actuación en algún barrio. 'Boni' hizo versión de uno de los primeros éxitos del grupo "Lone Star", titulado "Amor bravo". También tocó durante un tiempo los domingos por la tarde en el siempre recordado "Cintra" de la playa de Martiánez.
Le apasionaba el "soul". Aretha Franklin, Ottis Redding, Desmond Dekker, Arthur Conley, Percy Sledge... cualquier intérprete de aquel estilo era genial para él. De Ottis memorizó "Sittin on the dock of the bay", que tenía una parte silbada. Cuando coincidíamos, la repetíamos.
No se perdía un programa que emitían los miércoles por la noche en la televisión en blanco y negro. La memoria no alcanza para plasmar el nombre del presentador de aquel espacio "Tren de medianoche", al que Bonilla imitaba hasta la exactitud en un gesto de subir los ojos cuando despedía.
Curiosamente, la parte menos seria, o la más frívola del Bonilla amante de la música, la protagonizó en una de aquellas sesiones de escala en hi-fi, cuando hizo de Henry Stephen en su "Limón, limonero".
Jugó al fútbol en equipos de categorías inferiores y de aficionados. Tenía un estilo peculiar y suplía con buen manejo de balón su falta de velocidad.
Izquierdista convencido y practicante, José López Bonilla era madrugador. Y dando vueltas a la plaza, muy temprano, siempre se interesó por problemas sociales y siempre procuró informarse para dar respuesta adecuada a cuestiones que suscitaba la política nacional. La local, como que le gustaba un poco menos. En el ejercicio de la alcaldía, nos animó muchas veces, al clarear, después de leer algún titular de prensa con el que discrepaba.
Se ha ido en silencio. Quienes sabíamos de sus problemas procuramos siempre animarle. Era muy realista con sus gestos y su mirada. El valor de la discreción, de la circunspección, tuvo en Bonilla un representante de vanguardia.
Hasta siempre, 'Boni'.
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