Es una frase recurrente pero que suele cumplirse cuando se produce algún hecho en determinado contexto o ámbito:
-Estas cosas se sabe siempre cómo empiezan pero nunca cómo acaban.
Y en esa carrera a ninguna parte que es el independentismo canario -mejor será escribir: el independentismo tinerfeño frente a Gran Canaria, obcecación donde las haya para los promotores- ha surgido un hecho que llama algo la atención. Es como un salto -por ahora, con todos los respetos ni cuantitativo ni cualitativo- que le da cierta vida a la carrera, que la anima, vaya. No todo va a ser reiteraciones plúmbeas ni simplonerías de tres por cuatro.
Es que un destacado concejal de Coalición Canaria en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Hilario Rodríguez, ha anunciado la puesta en marcha (sic) de una corriente de opinión independentista o prosoberanista en el seno de su organización política. Los prebostes nacionalinsularistas no se han manifestado ni a favor ni en contra: “La cosas de Hilario”, se habrán dicho y habrán seguido en sus ocupaciones que saben son muchas y algunas de ellas, complicadas. Ni los socios del pacto reeditado en el consistorio capitalino (PP) han rechistado, pero bueno, da igual: a estas alturas del mandato, después de todo lo ocurrido, y en plena fase de reorganización, no van a ocuparse de esas minucias ideológicas aunque desprendan el tufo de las incoherencias: compartir gobierno con independentistas, ¡por cuánto! Virgencita, que me quede como estoy. Total: si otros ya han tragado en el pasado, no seremos nosotros quienes quebremos la evolución de las especies. ¿No es la política el arte de lo posible? Pues demostrémoslo con hechos. ¿No es la política canaria el escenario surrealista por excelencia? Pues sigan bailando.
Buen tipo Hilario, bromas y 'tonicazos' al margen, a quien cuesta imaginarlo en aventuras filosoberanistas, entre otras cosas porque si con sus métodos intentan, desde esa corriente orgánica de un partido gubernamental, persuadir al personal de todas las bondades que brinda una nación archipielágica, que barrunta en esas Hespérides frondosamente menguantes una suerte de edén, están arreglados. Pero, con las cuestiones idelógicas y no digamos con las utopías, hay que se respetuosos. Juegan con esa ventaja pero hay que serlo, sin descuidar los derechos propios y los valores del pluralismo, que de eso parecen olvidarse algunos cuando se lanzan al estrellato.
Ahí, la democracia, los partidos políticos tendrán que aplicarse y asumir con valentía pactos y medidas que, primero, no pongan en riesgo la propia convivencia ni impulsen aventuras de muy incierto final; y luego, favorezcan un autogobierno sólido que madure al calor de la experiencia acumulada durante casi tres décadas. No sea que lo del Estado Libre Alocado, sarcasmo de aquel modelo asociado que un día se sacó Lorenzo Olarte de la chistera en la mismísima tribuna parlamentaria y que luego, con desigual frecuencia y volumen, ha sido utilizado en declaraciones públicas o discursos teóricos con valor efímero, sin duda. Estatuto, sistema electoral: los partidos lo tienen relativamente fácil. Sólo se precisa voluntad política y cierta visión de futuro.
De modo que el sonsonete monocorde de quienes en el delirio 'canariensis' cuentan hasta con los aliados de la indiferencia, se ha visto alterado por ese anuncio que tiene poco de ideológico. Buena falta que le hace a Coalición Canaria un sustrato que permita superar, por ejemplo, ciertos atavismos insularistas. Un sustrato que, sencillamente, favorezca la vertebración de los canarios y reduzca los índices de desapego hacia la cosa pública en general.
Pero no: parece que algunos se arriesgan a empezar la casa por el tejado. Total: si vascos y catalanes se han lanzado, por qué no los canarios. Olvidan que esos dos pueblos tienen riquísimos antecedentes de nacionalismos bien fundamentados.
Y así, el salto de Hilario cuenta con bendiciones, incluidas las que se hacen por omisión. En el fondo, otra prueba de lo que tan atinadamente definía días pasados el periodista Juan García Luján: el independentismo como entretenimiento. Claro: como está todo resuelto, como vamos a tener menos coches y menos conductores, como Madrid sigue sin entendernos, como todos los sectores productivos están contentísimos y aunque ya no circule por estos pagos López Aguilar, lo procedente es inventarse la corriente, a ver quién se deja arrastrar, porque camarones dormidos seguro que encuentra.
-Estas cosas se sabe siempre cómo empiezan pero nunca cómo acaban.
Y en esa carrera a ninguna parte que es el independentismo canario -mejor será escribir: el independentismo tinerfeño frente a Gran Canaria, obcecación donde las haya para los promotores- ha surgido un hecho que llama algo la atención. Es como un salto -por ahora, con todos los respetos ni cuantitativo ni cualitativo- que le da cierta vida a la carrera, que la anima, vaya. No todo va a ser reiteraciones plúmbeas ni simplonerías de tres por cuatro.
Es que un destacado concejal de Coalición Canaria en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Hilario Rodríguez, ha anunciado la puesta en marcha (sic) de una corriente de opinión independentista o prosoberanista en el seno de su organización política. Los prebostes nacionalinsularistas no se han manifestado ni a favor ni en contra: “La cosas de Hilario”, se habrán dicho y habrán seguido en sus ocupaciones que saben son muchas y algunas de ellas, complicadas. Ni los socios del pacto reeditado en el consistorio capitalino (PP) han rechistado, pero bueno, da igual: a estas alturas del mandato, después de todo lo ocurrido, y en plena fase de reorganización, no van a ocuparse de esas minucias ideológicas aunque desprendan el tufo de las incoherencias: compartir gobierno con independentistas, ¡por cuánto! Virgencita, que me quede como estoy. Total: si otros ya han tragado en el pasado, no seremos nosotros quienes quebremos la evolución de las especies. ¿No es la política el arte de lo posible? Pues demostrémoslo con hechos. ¿No es la política canaria el escenario surrealista por excelencia? Pues sigan bailando.
Buen tipo Hilario, bromas y 'tonicazos' al margen, a quien cuesta imaginarlo en aventuras filosoberanistas, entre otras cosas porque si con sus métodos intentan, desde esa corriente orgánica de un partido gubernamental, persuadir al personal de todas las bondades que brinda una nación archipielágica, que barrunta en esas Hespérides frondosamente menguantes una suerte de edén, están arreglados. Pero, con las cuestiones idelógicas y no digamos con las utopías, hay que se respetuosos. Juegan con esa ventaja pero hay que serlo, sin descuidar los derechos propios y los valores del pluralismo, que de eso parecen olvidarse algunos cuando se lanzan al estrellato.
Ahí, la democracia, los partidos políticos tendrán que aplicarse y asumir con valentía pactos y medidas que, primero, no pongan en riesgo la propia convivencia ni impulsen aventuras de muy incierto final; y luego, favorezcan un autogobierno sólido que madure al calor de la experiencia acumulada durante casi tres décadas. No sea que lo del Estado Libre Alocado, sarcasmo de aquel modelo asociado que un día se sacó Lorenzo Olarte de la chistera en la mismísima tribuna parlamentaria y que luego, con desigual frecuencia y volumen, ha sido utilizado en declaraciones públicas o discursos teóricos con valor efímero, sin duda. Estatuto, sistema electoral: los partidos lo tienen relativamente fácil. Sólo se precisa voluntad política y cierta visión de futuro.
De modo que el sonsonete monocorde de quienes en el delirio 'canariensis' cuentan hasta con los aliados de la indiferencia, se ha visto alterado por ese anuncio que tiene poco de ideológico. Buena falta que le hace a Coalición Canaria un sustrato que permita superar, por ejemplo, ciertos atavismos insularistas. Un sustrato que, sencillamente, favorezca la vertebración de los canarios y reduzca los índices de desapego hacia la cosa pública en general.
Pero no: parece que algunos se arriesgan a empezar la casa por el tejado. Total: si vascos y catalanes se han lanzado, por qué no los canarios. Olvidan que esos dos pueblos tienen riquísimos antecedentes de nacionalismos bien fundamentados.
Y así, el salto de Hilario cuenta con bendiciones, incluidas las que se hacen por omisión. En el fondo, otra prueba de lo que tan atinadamente definía días pasados el periodista Juan García Luján: el independentismo como entretenimiento. Claro: como está todo resuelto, como vamos a tener menos coches y menos conductores, como Madrid sigue sin entendernos, como todos los sectores productivos están contentísimos y aunque ya no circule por estos pagos López Aguilar, lo procedente es inventarse la corriente, a ver quién se deja arrastrar, porque camarones dormidos seguro que encuentra.
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