viernes, 23 de abril de 2010

LA ESPIRAL INCONTROLADA DE LANZAROTE

Lanzarote. Lastimosamente, el nombre está ya unido a la corrupción política. Las investigaciones policial y judicial avanzan inexorablemente. A este paso, decía alguien exageradamente días pasados, habrá que preguntar quién no está implicado.
La política que se pudre, el enriquecimiento fácil, el aprovechamiento indebido... Y los tipos delictivos, claro. Presuntos, a la espera de resoluciones judiciales.
No saben bien el daño tan grande que han hecho a Canarias, a Lanzarote, a la clase política, quienes se embarcaron en una incontrolada espiral de fechorías, de desmanes y de infracciones al ordenamiento jurídico. Se confiaron. Creyeron que la impunidad era perpetua. Y como que la práctica generalizada estimulaba los cometidos indebidos. Vaya contagio.
Da igual que hubera vacíos legales o carencias de técnicos para frenar, para mitigar un fenómeno creciente. Ni siquiera las componendas políticas, los pactos sin sentido y a la desesperada, las censuras arbitrarias han servido de paliativos.
Lanzarote es un cenagal de corrupción, dicho sea con las excepciones que hay que aplicar a quienes se mantienen al margen y ejercen en la esfera pública con nobleza, limpieza y transparencia. Es un territorio donde la política hiede, donde la sombra de sospecha se alarga sin fin, donde será difícil convencer a un solo ciudadano.
Algún partido expulsa sin miramientos a militantes o cargos que aparecen en sumarios o han sido imputados por su señoría. Se dirá que la medida es tardía pero ojalá que sea ejemplarizante para quienes se quedan en la organización, tienen o asumirán responsabilidades públicas.
La historia política de Lanzarote está plagada de episodios turbios, de vaivenes fruto de intereses personales y de ambiciones que ni los guionistas de cualquier seria norteamericana hubieran imaginado. La historia va reventando ahora, al residenciarse en vía judicial decisiones y comportamientos preñados de ilícitos.
Hubo una larga fase de impunidad. Creían que el manto era eterno e inconmensurable.
Ya se está viendo que no.
Es fácil, pensando en el futuro: a regenerar se ha dicho. Pero hay razones para sentirse escépticos.

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