Mientras contrastaban, días pasados, las reacciones de la patronal turística con una actuación decidida, por una parte, en contra de las presuntas prácticas ilegales y de dudosa ética llevadas a cabo por un importante turoperador británico que pretende cargar en las correspondientes facturaciones un cinco por ciento para compensar las pérdidas ocasionadas por la erupción del volcán islandés; y con un conformismo resignado al conocerse la sustancial reducción que, en materia de promoción realizada coordinadamente con los cabildos insulares, van a registrar los presupuestos generales de la Comunidad Autónoma, mientras contrastaban, decíamos, el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna, José Angel Rodríguez, exponía, en el curso de un congreso urbanístico, la necesidad de revisar criterios en un modelo alternativo de explotación turística que aún está por definir pero que es obligado teniendo en cuenta las circunstancias socieconómicas, la evolución del sector y las tendencias del mercado.
Ha dicho Rodríguez que hay que “despertar el interés del turista por las singularidades del territorio”, un hecho que, sin ser esencialmente novedoso, pone de relieve la importancia del adecuado uso y cuidado de los recursos naturales. Ahora que la construcción ha entrado en recesión, el freno natural quizá contribuya a no seguir degradando y deteriorando zonas de indiscutible atractivo natural. Hay que preservar el inigualable exotismo de Lanzarote, por ejemplo, y procurar sin dobleces que las reservas de El Hierro o La Palma soporten la presión o mantengan todos los factores positivos de modo que los turistas (una de cuyas modalidades, el senderismo, es muy apta en tales destinos) no tengan que hacer muecas y comentarios de desaprobación cuando contemplan los deterioros de parques nacionales o zonas protegidas, llevándose pues una mala impresión que en la circulación propagandística boca-oído tanto daño hace.
Habla el profesor palmero de crear un nuevo bucle “para reformular las ventajas comparativas de los destinos que, en este caso, están en las características orográficas de las islas”, y es ahí donde, precisamente surgen las dificultades, porque se necesita algo más que voluntad política en instituciones y organismos tanto públicos como privados para producir un vuelco en el modo de enfocar esa tarea encaminada a despertar el interés del visitante hacia la realidad que le envuelve, más allá de los encantos y de las prestaciones que encuentre en el lugar donde se aloje, concebidos, precisamente cada vez más, con la finalidad de no abandonarlo durante su estancia en el destino escogido.
Hace falta una cultura más sólida y más sensible -no se logra en unos pocos años y en unos cuantos programas, desde luego- para lograr esa recreación tanto del territorio como del urbanismo que sugiere José Angel Rodríguez, desde una óptica estética y cualitativa. Es de agradecer su idealismo teórico, su mensaje autorizado, pero debemos ser conscientes de que los daños causados en muchos casos y lugares son ya irreversibles.
En cualquier caso, que sean tenidas en cuenta sus consideraciones y las de otros estudiosos o expertos que vienen alertando del agotamiento del modelo sol y playa. A la bondad climática, hay que unir medidas valientes capaces de transformar destinos y de revalorizar productos, haciendo hincapié en los atractivos naturales. Una labor, por cierto, a la que deben sumarse los nativos, los agentes sociales y los medios de comunicación si es que se quiere que aflore esa nueva cultura para asegurar la fidelización del turista y mejorar la captación de mercados.
Ha dicho Rodríguez que hay que “despertar el interés del turista por las singularidades del territorio”, un hecho que, sin ser esencialmente novedoso, pone de relieve la importancia del adecuado uso y cuidado de los recursos naturales. Ahora que la construcción ha entrado en recesión, el freno natural quizá contribuya a no seguir degradando y deteriorando zonas de indiscutible atractivo natural. Hay que preservar el inigualable exotismo de Lanzarote, por ejemplo, y procurar sin dobleces que las reservas de El Hierro o La Palma soporten la presión o mantengan todos los factores positivos de modo que los turistas (una de cuyas modalidades, el senderismo, es muy apta en tales destinos) no tengan que hacer muecas y comentarios de desaprobación cuando contemplan los deterioros de parques nacionales o zonas protegidas, llevándose pues una mala impresión que en la circulación propagandística boca-oído tanto daño hace.
Habla el profesor palmero de crear un nuevo bucle “para reformular las ventajas comparativas de los destinos que, en este caso, están en las características orográficas de las islas”, y es ahí donde, precisamente surgen las dificultades, porque se necesita algo más que voluntad política en instituciones y organismos tanto públicos como privados para producir un vuelco en el modo de enfocar esa tarea encaminada a despertar el interés del visitante hacia la realidad que le envuelve, más allá de los encantos y de las prestaciones que encuentre en el lugar donde se aloje, concebidos, precisamente cada vez más, con la finalidad de no abandonarlo durante su estancia en el destino escogido.
Hace falta una cultura más sólida y más sensible -no se logra en unos pocos años y en unos cuantos programas, desde luego- para lograr esa recreación tanto del territorio como del urbanismo que sugiere José Angel Rodríguez, desde una óptica estética y cualitativa. Es de agradecer su idealismo teórico, su mensaje autorizado, pero debemos ser conscientes de que los daños causados en muchos casos y lugares son ya irreversibles.
En cualquier caso, que sean tenidas en cuenta sus consideraciones y las de otros estudiosos o expertos que vienen alertando del agotamiento del modelo sol y playa. A la bondad climática, hay que unir medidas valientes capaces de transformar destinos y de revalorizar productos, haciendo hincapié en los atractivos naturales. Una labor, por cierto, a la que deben sumarse los nativos, los agentes sociales y los medios de comunicación si es que se quiere que aflore esa nueva cultura para asegurar la fidelización del turista y mejorar la captación de mercados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario